Capítulo 5.- Hijos de la noche.

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- Lo siento cariño, por no haber estado ahí - esta de vuelta en aquel sueño, a la distancia una figura saludaba moviendo la mano de lado a lado.

El aire a su alrededor era melancólico y vacío, como si nada vivo estuviera cerca, el cielo emanaba un color otoñal y las nubes no estaban presentes.

- Que hacemos aquí, más que solo consumir el mundo a nuestro alrededor -

Los ojos de este se abrieron con el peso de un par de anclas, horrorizado nota el escenario; el cuerpo carbonizado de todos sus seres querido y una figura ensombrecida que se acercaba soltando un quejido de ira.

- Tú los mataste... - la temperatura a su alrededor lo sofocaba y cayendo al suelo observa el rostro consumido por el fuego de aquella chica de sonrisa perdida, gritando a todo pulmón despierta de esa pesadilla - Ni siquiera puedo dormir...

Desde otra parte de la ciudad, dentro de una pequeña recamara rentada que daba a una hermosa ciudad iluminada por las falsas estrellas puestas en el cielo sin nubes; un hombre trataba su herida de bala.

- ¿Por qué no sana? - exclamó colocando alcohol en el agujero que le causó

- Tal vez se deba al arma que usaron, nunca había visto que llevaran una semejante - dijo la voz rasposa del parasito que habitaba en su sangre - La bala me impide poder sanar la herida, retírala tu mismo.

Tomando un trago de alcohol el hombre con un grito de dolor logra extirpar el proyectil, golpeando la mesa deja caer la bebida.

- El señor Wescott estará molesto contigo, recuerda lo que hizo la ultima vez que le fallamos - el intentar revivir esa memoria hacía al hombre caer con las manos envueltas en un frío interno - No debimos haber atacado a la E.C.P., ni siquiera saben que son las cosas que capturan...

- ¿Por qué estás llorando? - sin saberlo una lagrima brotó del sujeto quien la secó y mencionó con algo de nostalgia en sus palabras - No disfruto hacer esto, solo quiero que ella esté a salvo.

- Si deseas podemos ir a verla, no compromete la misión - la sombra se mostró empática haciendo sonreír a Elías - Claro, vamos.

En el hospital cerca de la residencia de Elías, donde existía una salud decente pero las enfermedades crónicas eran casi imposibles de curar este caminaba con tranquilidad viendo a la muerte andar a su lado reclamando las almas de todos los desafortunados que no pudieron pagar el tratamiento a sus dolencias; no era ético pero tampoco era un problema para él, nunca le fue su asunto la gente.

- Oye Elías, ¿Qué se siente tener un cuerpo? - cuestionó el ente, era clara la pregunta pues esta criatura solo se manifestaba a través de las capacidades piroquineticas de Elías y por la voz que disimula crear.

- Es algo magnifico, te hace sentir tan vivo - tomando el ascensor, espera pensando por unos instantes para preguntar a su parasito.

- Samael, ¿somos amigos? - Samael, ese parecía ser el nombre de su parasito, algo extraño en verdad para cualquier persona que los oía habla << fui creado para empatizar y servir como tu apoyo, no somos amigos pero podría intentar comprender mejor las emociones humanas >>

- Cierto, recuerdo la ocasión que te entregaron a mi -

Llegando a la habitación dada por la enfermera, ambos se encuentran con una mujer en sus 70 años aproximadamente de cabellos como la luna de la plata, de cuerpo frágil y palidecido.

- Puede que no me escuches pero te traje unas flores, no recuerdo que color querías así que traje de todos los colores que pude comprar - hablando al cuerpo inconsciente de la mujer, este se acerca para tomar su fría mano para con un toque de su dedo mantenerla cálida - Perdón no poder hacer más por ti pero pronto el señor Wescott me pagará lo suficiente y pondrán realizar el tratamiento, solo debo atrapar al chico.

El Alma de Una Sombra (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora