II Pasado y presente

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Oxford, 1756.

El deseo de libertad se había transformado en acción, y con suficiente dinero en los bolsillos Charles había escapado de casa. Ese era su tercer intento, ya tenía algo de experiencia, así que continuó caminando a paso apresurado; pasó frente al Colegio de Leyes, no extrañaría la universidad una vez que estuviera en América. Quizás echaría de menos a su familia, sobre todo a su hermana, pero nunca se perdonaría dejar ir al amor de su vida por mantener la imagen de sus padres ante la sociedad.

Ya había avanzado más de medio camino cuando el infortunio se le presentó. Un joven como él era presa fácil para ladrones y bandidos. La madrugada y la calle solitaria empeoraban la situación. Charles se opuso a entregar sus pertenencias a los sujetos que lo acorralaron, pero la violencia infringida en su cuerpo lo hizo cambiar de parecer. La adrenalina incrementó cuando se escuchó la presencia de soldados británicos acercándose, lo que provocó que sus agresores huyeran.

Charles sintió alivio, pero luego un frio se apoderó de su cuerpo. Llevó ambas manos a su costado izquierdo, manchándose de sangre al instante. Cayó al piso, el dolor agudo era extrañamente cálido y las voces preocupadas a su alrededor comenzaban a hacerse eco. Antes de cerrar los ojos vio la Luna, encontrando alivio en ella.

Actualidad

— Oye, reacciona.

El método del bibliotecario por traer a Erik devuelta comenzaba a dar efecto, constaba de un par de cachetadas sutiles y una que otra sacudida a los hombros. Tras ver como el antes desmayado volvía en sí, el bibliotecario suspiro de alivio al igual que algunos curiosos que se acercaron a observar. Erik asintió cuando le preguntaron si sufría de estrés, era mejor que pensaran que ese era el motivo a decir abiertamente que acababa de ver un fantasma.

Un fantasma, no, eso no era posible; el lado lógico de Erik se rehusaba a creer lo que vieron sus ojos. Con algo de ayuda se levantó y agradeció por la atención prestada, tomó sus cosas y regresó a los dormitorios. Le esperaba un largo fin de semana.

— Si creo en lo paranormal, ¿por qué? ¿Has visto algo?

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— Si creo en lo paranormal, ¿por qué? ¿Has visto algo?

Emma ya no estaba molesta con Erik, y pasaban la tarde del lunes en la sala de descanso. Él se disculpó diciendo que fue una broma lo que pasó el viernes, y que aún no se sentía listo para confesarle quien era la persona que llamaba su atención. Porque a pesar de lo extraño y escalofriante del suceso, Erik no podía olvidar el par de ojos azules que vio, en los que pensó todo el fin de semana.

— Simple curiosidad — la respuesta no dejó satisfecha a su amiga por lo que Erik tuvo que sincerarse. — Conozco esa mirada Emma, te lo diré pero no pienses que estoy loco. Creo que vi un fantasma o algo similar.

Erik relató el suceso, omitiendo su atracción por la entidad y más detalles específicos, como su repentino desmayo.

La rubia se asustó un poco y no dudo de la veracidad en la historia de Erik; en cambio, aprovechó para contar infinidad de historias de terror. Él prestaba atención, algunas cosas le parecían absurdas y otras tenían mucho sentido.

— Repite eso último — Erik frunció más el ceño.

— Mi abuela cree que los espíritus, almas o fantasmas, como los quieras llamar, vagan en este mundo porque murieron de forma trágica o dejaron asuntos pendientes por arreglar. Y a veces, necesitan nuestra ayuda. — Emma continuó hablando de forma apasionada sin darse cuenta que su amigo apenas y le prestaba atención.

En Erik surgieron miles de preguntas, y para hallar una respuesta esperaría al viernes. Confiado en que vería de nuevo a Charles, esta vez no se desmayaría.

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Más allá de esta vida CHERIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora