IV Hasta que apareciste tú

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Las pesadillas fueron inevitables y el constante sentimiento de ser observado provocaba en Erik una ligera paranoia. Lo peor del caso es que se rehusaba a contarle a Emma lo sucedido. Era jueves por la tarde, así que había pasado la mayor parte de la semana sufriendo en silencio. Así era él, prefería guardar sus sentimientos para no molestar a los demás, por ende su círculo social era limitado. Emma sabía que algo le ocurría a su amigo, pero presionarlo para confesar no funcionaría; la paciencia era su virtud, así que esperaría.

De nueva cuenta ella lo invitó a tomar algo, le serviría para despejarse por lo que aceptó. Estando en el bar se divirtió por algunas horas, había un show de comedia que lo hizo reír hasta dolerle el estómago.

Tras acompañar a Emma  cerca de su dormitorio, Erik decidió dar un paseo nocturno. Aún había estudiantes alrededor, pues apenas serían las nueve de la noche. Sus pasos lo guiaban al lugar donde su mente no quería volver, pero el corazón pedía a gritos regresar.

La biblioteca cerraba hasta las dos de la mañana, así que entró dispuesto a... ¿Cuál era su plan? No había nada planeado, tan solo el deseo de ver a Charles, si es que era posible. Erik sabía que había un patrón en los avistamientos, un día y una hora especial, por lo que la probabilidad de que él apareciera era estadísticamente nula. Sin embargo, no creía que alguna ciencia exacta le fuera de ayuda para describir lo que le sucedía.

El personal del lugar y los estudiantes presentes se podían contar con los dedos de la mano, la mayoría dispersados y concentrados en sus actividades. Erik se dio tiempo para respirar hondo y librarse de ese temor que lo acompañaba y se disipaba cuando Charles aparecía. Se sentó un momento y para distraerse revisó sus redes sociales, encontró algunos videos e imágenes muy divertidos.

Charles observaba con sigilo a Erik, esperaba verlo hasta mañana, pero tomaría su presencia como un regalo. Sus ojos azules no se apartaban del joven que sonreía ante un aparato deslumbrante, similar al que todas las personas usaban; tanto tiempo atrapado en el mundo de los vivos y seguía sin comprenderlo del todo. Vio como Erik después de unos minutos se levantó para dirigirse a donde últimamente se habían visto, y fue tras él.

El escalofrió recorrió toda la columna de Erik y el cambio de temperatura le erizó la piel. Charles se hizo presente, provocándole un incremento en los latidos del corazón.

— Buenas noches Erik.

La cortesía y belleza del fantasma lo dejó pasmado, devolvió el saludo y sonrió de forma tímida.

— Mis disculpas por la terrible primera impresión, no esperaba que alguien pudiera verme.

— Nunca había visto un fantasma, de hecho, no creía en lo paranormal.

"Hasta que apareciste tú" fue el pensamiento que compartieron.

Charles fue el que dominó la situación, la primera pregunta que le hizo se trató sobre el artefacto que minutos atrás Erik usaba. Un poco extrañado por la naturaleza de la pregunta, y con mucho entusiasmo, Erik habló sobre los inicios del teléfono hasta actualidad. Él aclaraba todas las dudas que surgían en Charles, hablaron mucho que terminaron sentados en el suelo; incluso si Erik encontraba intrigante como Charles podía sentarse y no traspasar la superficie.

— Es fascinante como ha cambiado el mundo desde... — Erik dejó la frase inconclusa, seria él que hiciera las preguntas ahora.


— 1756.

Erik se puso pálido, ya era más que oficial que se trataba de un verdadero fantasma. Repitió el número varias veces en su cabeza, tratando de recordar los acontecimientos que pasaron en el siglo dieciocho.

— Te has puesto pálido, no quisiera que ...

Muy tarde, Erik había quedado inconsciente otra vez.





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