Cap. VIII: De dragones y princesas

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— ¿Otro hijo?—fue lo primero que salió de la boca de Sana. Tzuyu volteó, para mirar su gesto y la notó algo sorprendida, como si estuviese repitiéndose mentalmente la pregunta—¿ahora?

—Bueno, no he dicho que quiero agrandar la familia. Solo quería saber si te lo has planteado alguna vez—Sana dio un paso atrás, rascándose tras su cabeza, confusa y ella notó que aún no se había duchado. Llevaba su conjunto deportivo solo que sin sus zapatillas.

—Bueno, desde que hemos tenido a Minju, solo lo he pensado algunas veces. Quizá cuando ella aún era pequeña.

—Es nuestra pequeña aún.

—Más pequeña—se corrigió la rubia—vamos a cumplir 37, Tzuyu. Jihoon ya tiene 16 y no sé que tan bueno sea esa diferencia de edad. Más la nuestra.

—Entiendo—suspiró ella, tragando saliva con fuerzas y sintiendo esa presión, esa bola dentro de su garganta querer expulsarse por sus ojos. Estimaba que nada de malo tenía la edad y aún estaban ambas, y sus hijos, considerables en recibir otro integrante a la familia.

Minju crecía, iba a seguir creciendo y no se trataba de reemplazarla, ni a Somi ni a Jihoon. Solo que sentía algo de ese amor maternal que disfrutaba en más cantidad y, así como vió y disfrutó ver el embarazo desarrollarse por una niña, quería apostar toda su suerte por un niño. Saber si se sentía diferente, si Sana actuaría distinta y los caprichos que le cumplirían no serían iguales.

Pero al parecer su esposa ya tenía todo limitado, estructurado y organizado como lo hacía con la casa, la medicación de Minju tiempo atrás y la responsabilidad de sus hijos adolescentes. Quizá había contentado suficiente el embarazo por aquellos siete meses pasados con Minju. O no. No lo había pasado nada bien y por eso no quería repetirlo. Y si eso era, la entendía. No iba a obligarla a un sufrimiento del que no tenía idea cómo se sentía ni cuándo superarlo.

Se pasó parte de la mano por su frente, quitando algo de sudor que el vapor al lado le generaba y giró, para continuar cocinando.

—Los doctores nos han dicho que Minju necesitará mucho de nuestro cuidado hasta sus 10, Tzuyu. Creo que nos necesita lo suficiente como para pensar en algo más—asintió, aún de espalda a ella y mordió su labio para contenerse de responderle. Ella cuidaría Minju más que a sí misma, siempre lo haría, y no creía que otro hijo le quitaría de su tiempo con ella. Ni con ninguno de sus otros dos hijos—¿tú quieres que lo intentemos?—negó al instante. Agitó la cabeza por el enojo, sin pensar ni darse tiempo a cambiar la respuesta.

Si Sana no compartía su idea o ilusión desde el inicio, no tenía sentido exponerse sola.

—Bien...voy a ducharme y cuando baje te ayudaré con el postre.

—Está bien, puedo sola—oyó el último murmullo de la rubia y sus pasos alejarse. Alzó el cuchillo y con brusquedad cortó una calabaza. La cortaría en cientos de pedazos, como a Sana nunca le gustaba que lo hiciera, y la dejaría hervir por más de media hora, por mucho que su esposa siempre lo dejara unos quince minutos.

Se limpió las manos cuando sintió el celular vibrar dentro de su pantalón y lo tomó, abriendo el mensaje con una sonrisa.

"Si, definitivamente dedícate a la sicología morena dominada. Con Chae lo intentaremos, buscaremos un hijo. O dos. Quizá tres. La amo. Envíale saludos a tu familia"

Se recostó contra la mesada y dejó caer sus brazos. Estaba feliz por Dahyun y Chaeyoung, tendrían sus propios hijos ahora y Minju con quién jugar en un tiempo. Y tendría nueve meses que ver a Chaeyoung o a Dahyun desarrollar su embarazo.

Y no se trataba de envidiarlas o molestarse por su alegría. Se trataba solo de querer volver a ocupar ese lugar. De sentir la emoción y la adrenalina de que, tantos minutos como se avancen, luego jugarán en tu contra. Como cuando cargó a Sana en sus brazos, después de que rompiera bolsa.

Planes Simples | Satzu G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora