Cap. XIV: El plan más simple

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Una pared nueva, de color aguada, más cuadros y con lámparas de colores ahora. No las blancas. Su mano izquierda rozándola, como en cámara lenta cada vez que avanzaba por ese pasillo. Y su otra mano entrelazada, asegurando soporte como los últimos años de su vida.

Cada mosaico que pisaba, encerado y con su imagen reflejada, era la contraposición al resumen de su nueva vida. Sin base resbalosa y nada ya reflejaba su imagen individual. Ya no sobraban espacios en las fotografías como en aquel portarretratos que quería botar a la basura pero Sana no la dejaba.

Al final, la última puerta pulida, pintada más oscura que la última vez que la vió y el recuerdo de la primera vez que la tocó inundó su mente. Estaba como en esa situación, acercándose a Daehwi por petición de él. Sola, desesperada y con su carácter frío, altanero y superior. Se detuvo, golpeándola con sus nudillos y miró a su lado, la sonrisa avergonzada que se escondió contra su brazo.

Como si de una historia entre el malo y la buena se tratara, ahora estaba acompañada, relajada y con un carácter dominado, controlado por quién enrollaba sus manos en su brazo derecho. Como el final de esas historias, ahora todo estaba bien. En un eterno final feliz.

—Pasen—se oyó desde el interior y tomó el picaporte. Abrió y le cedió el paso a su esposa antes de perderse en el interior de esa oficina. Allí, en ese espacio cuadrado, no había cambio alguno como en el resto del edificio—que bueno que ya están aquí—Daehwi se puso de pie y las recibió con un caluroso abrazo.

—Bueno, eso nos pedías. Querías vernos—sabía que a la rubia poco le agradaba recordar el trabajo, solo lo hacía por ser el puente que las encontró, las reencontró cuando pareció romperse y las había dejado pasar hasta donde están ahora. Así que iba a hablar rápido, directa al punto y salir de allí cuánto antes—eso del trabajo ¿qué tan serio es?—corrió la silla de la rubia y ocupó la del lado mientras él se sentaba tras el escritorio.

—Muy serio, a decir verdad.

—Han pasado años desde el último trabajo—murmuró Sana—ya no estamos en esto.

—Lo sé—Daehwi juntó sus manos y las señaló. Tzuyu entrecerró los ojos, conocía ese gesto, fue con el que la convenció de firmar antes de partir a Santa Bárbara. Antes de aceptar cualquier otro empleo—pero esto no es para mí ni para la empresa. Esto es para alguien cercano a ustedes. Bueno, a nosotros.

— ¿Estafar a alguien cercano a nosotros? Eso es un poco...cruel. Incluso para mi yo antigua—aseguró y Sana rió, por lo bajo antes de hablar.

—No estoy entendiendo. Explícanos mejor.

—Bueno, no sé con Kang, Sana pero Tzuyu y el resto de mis empleados a punto de retirarse, o retirados en su defecto, regresaban a la empresa con un trabajo más ligero. Corto, mucho más corto que en unos 30 días debían realizar.

—Oh, no—murmuró la castaña— no, no. Eso no.

— Y no es obligación en cierta parte. Pero en otra sí—continuó él.

— ¿Puedes ser más claro?—insistió Sana. El que su esposa estuviese moviendo la cabeza en negación porque sabía de qué se trataba, solo estaba haciendo crecer su impaciencia.

— ¿Qué es un empleado retirado para cualquier empresa? Un veterano, una persona con la experiencia necesaria para volver cuando quisiese o...enseñarle a alguien más.

Tzuyu suspiró con pesadez, no iba a hacerlo por mucho que Daehwi insistiera. Sí, había visto a decenas de empleados regresar al cuarto "Simple" como se lo llamaba para aconsejarle a los novatos y a forjar su carácter. Pero eso implicaba tiempo. Unas cuatro horas diarias y ella ya no estaba sola como para hacer de sus días cualquier cosa.

Planes Simples | Satzu G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora