Cap. XI: De frustraciones y demostraciones

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Como si hubiese cerrado los ojos y abierto 30 días después, allí estaba ahora. Con su pequeño hijo, recién nacido y acariciando bajo su cuello mientras Sana lo sostenía, acostada aún en la camilla tras el parto.

La rubia había entrado a la sala luego de sus primeras contracciones, menos de media hora atrás y todo fue rápido. No hubo razonamientos ni consejos por parte de Samuel, el médico que había cuidado el embarazo y luego presenciado el nacimiento de Minju. Nada se complicó y, por el contrario, los nueve meses de embarazo se cumplieron a la perfección y las enfermeras habían llamado a su hijo como "un niño completamente sano".

Mientras ella y sus dos hijos mayores se deleitaban con los primeros minutos de Jeonghan en el mundo, notó que solo eran cinco sobre la cama. Y ahora debían ser seis. Con sus brazos alrededor de su esposa, movió su cabeza, buscando a quién faltaba y la descubrió tras ellos y sobre el sillón observándolos. Al lado de la puerta.

—Minju, ven aquí, hija—la niña negó. Estaba cruzada de brazos, con su gesto en reproche y mirando todo como si nada le importara— ven, tienes que conocer a tu hermano.

—Luego.

—¿Luego, cuándo?—preguntó caminando a ella.

—Más tarde. Tengo mucho tiempo—Tzuyu rió, sacudiendo la cabeza y se arrodilló a su altura, tomando un mechón de su crecido cabello y acomodándolo tras su oreja.

—Pero él quiere conocerte ahora—Minju se hundió más contra el sillón y negó con seguridad—claro que sí ¿por qué crees que no?

—Van a quererlo más ahora—siseó, con sus labios titubeando y algunas lágrimas en sus ojos. Ella la tomó entre sus brazos, cargándola y la sostuvo para que lo observara desde allí.

— ¿Ves a mamá desde aquí?—le preguntó señalándola a la corta lejanía. Minju asintió— ¿Y a Jihoon y a Somi?

—Sí.

— ¿Y al bebé?

—Ajá.

—Bueno, yo los amo a todos por igual. A ellos y a ti. Son las personas más importante para mi y en mi vida no va a haber nada ni nadie que los reemplace o por lo que pueda cambiarlos ¿me entiendes, Minju?

—Pero él es bebé. Y lo van a querer más porque van a cargarlo y a darle biberón.

— Sí, haremos eso pero porque lo necesitará. Como tú cuando eras pequeña como él. Mamá te tenía todo el día en brazos y no dejaba que nadie te cargara sin su permiso—de repente la cara de la niña se iluminó, ilusionada y sacudió apenas sus piernas en demostración—¿y te cuento un secreto?—agregó, acercándose a su oído y recibiendo las manos de Minju rodeando su boca, para que nadie la oyera—eres mi princesita y lo serás siempre. Mi niñita con la que juego en el parque y haremos las tareas del colegio en un año. Nadie va a ocupar tu lugar, nunca.

— ¿De verdad?

—Lo prometo—aseguró, con los brazos de Minju pasando por su cuello y caminando de esa manera junto a los demás.

Fue cuando la niña se recostó al lado de Sana y estiró cuidadosamente su mano para tocar a su hermano, que Jeonghan enredó dos dedos allí y un chillido de sorpresa salió de Minju. Fue cuando él no quiso soltarla y la pequeña lo cargó un momento, que Tzuyu cruzó su mirada con Sana y entendieron que no importaba qué cantidad de números continuaría en sus hijos, o no más ninguno, que cada uno era especial. Distinto e igual, paradójicamente, para ambas.

Fue cuando la risa de todos ocupó la sala, que recordó todo el proceso por el que habían llegado hasta allí. Entre tropiezos, al inicio, la locura pasional que se desbordó con Sana, aún cuando eran compañeras de trabajo y ahora, cuando eran compañeras de vida.

Planes Simples | Satzu G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora