Lautaro le había pedido a su novia si lo podía acompañar a la cena del cumpleaños del club, y al ser uno de los festejos más importantes del club en el año, aceptó ir con él.
Así que mientras se vestía con el vestido rojo que le quedaba casi tallado al cuerpo, Lautaro acomodaba su corbata frente al espejo de la habitación mientras tarareaba la canción que su novia había puesto en su celular.
—Te queda hermoso —dice el 10 girándose y mirando con una sonrisa a su novia.
—Vos estas hermoso también. —contestó Brunella y entre halagos, plantó un beso en los labios de Martinez dejándolos levemente manchados de rojo.
Al subir al auto que, a decir verdad, hace mucho no entraba, Brunella se incorporó en su lugar y conectó el celular al Bluetooth para poner musica y hacer el viaje mas entretenido.
—No sabés lo incómodos que son estos zapatos. —comenta la morocha y se estira para desabrocharse los zapatos. Pero se encuentra con algo que la hace sentir mal, demasiado, a decir verdad. —¿Y esto? —pregunta levantando el anillo de plata con forma de corona que había tirado en el piso del auto que, claramente ni era suyo. Lautaro se gira a mirarla confundido y al reconocerlo, recuerda perfectamente de quién era. —¿Vas a hablar o no?
—No sé que es eso. —responde tratando de restarle importancia y eso la hace enojar mucho más.
—¿¡Flaco sos joda!? —suelta enojada tirándole él anillo entre las piernas y esto lo asusta, así que frena el auto para poder hablar mejor. —¿Tenés a otra mina no?
El silencio reina en el lugar. Él, sin saber que decir, y ella con una expresión de enojo que se podía notar a kilómetros de distancia.
—Bueno, eso era todo lo que quería escuchar. —suelta Brunella y se baja para después cerrar la puerta del auto con fuerza.
Y Lautaro sabe que por más que no quiera dejarla sola, ella no lo iba a escuchar, y tampoco lo iba a perdonar.