El sonido constante de una llamada me despierta y me giro para ver si Juan aún seguía en casa. Al notar que no, miro la hora y claro, estaba entrenando ya hace unas horas.Contesto sin fijarme quien era mientras suelto un bostezo. —¿Hola?
—¿Brune?
—¿Quien habla? —pregunto confundida.
—Soy Lautaro. —siento una fuerte presión al escucharlo y suspiro. Esta vez no iba a actuar como una nena y cortarle, era hora de hablar como personas adultas que éramos.
—Hola Lautaro, ¿necesitas algo? —pregunto sentándome en la cama.
—¿Estás viviendo en Italia? —suelta de repente.
Sí, hace pocas semanas nos habíamos mudado y estábamos felices. Teníamos un departamento grande y a penas llegamos a la ciudad, adoptamos un perro de no más de dos meses que ahora estaba recostado a mi lado.
—Si Lautaro—contesto acomodando mi pelo hacia un lado. —No quiero pelear... no ahora.
—No Brune, sólo quería saber si podíamos vernos. —su pregunta me confunde y a la vez me pone nerviosa, mi corazón empieza a acelerarse y cuando trato de calmarme, el vuelve a hablar. —Mañana llego a Údine
—¿Qué hacés acá? —pregunto confundida, la distancia entre Údine y Milan era bastante y uno no hacia un viaje tan largo por cualquier cosa.
—Agustina va a hacerse la prueba de vestido allá, así que la voy a acompañar. —suelta tranquilo. —Me voy a casar.
Siento como el estómago se me revuelve y unas ganas fuertes de llorar se apoderan de mí formando un nudo en mi garganta. Seguía enamorada de él y aunque no quería aceptarlo, me dolía, mucho.
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Cuando ella corta la llamada me siento mal por haber sido tan directo y contárselo de la nada como si se tratara de algo simple pero no lo era, en unos meses me casaba con Agustina y todavía estaba enamorado de Brunella como la primera vez.
Le propuse casamiento por un hecho de comodidad, nunca iba a poder volver a estar con Brunella y ella era la única mujer con la que me sentía cómoda, a parte de que vivíamos juntos hace ya unos meses.
Brunella había aceptado que nos veamos cuando yo esté en Údine, propuso que yo podía ir a su departamento y allí, hablar tranquilos, ambos nos debíamos una explicacion de todo lo que estaba pasando.
Cuando veo la cabellera rubia de mi futura esposa ingresar al departamento suelto mi celular después de haber borrado la llamada a Brunella y le sonrío para luego besar sus labios cuando ella estaba más cerca.
—¿Cómo estás? —pregunto acariciando su pelo y empujándola para que se sentara en el sillón sobre mí.
—Bien. —contesta y besa mi mejilla. —¿Vos? ¿El entrenamiento? —pregunta escondiéndose en mi cuello por lo que sonrío al sentir su tacto.
—Bien, tranquilo.
Ella asiente y vuelve a besar mi mejilla repetidas veces.
—¿Armaste tu valija? —pregunta y asiento para luego preguntarle si ella lo había hecho. —No, tendría que armarla pero prefiero estar con vos.
Beso sus labios detenidamente y cuando me alejo, acaricio su mejilla.
—Anda, después vamos a tener tiempo para lo que quieras. —digo y ella me sonríe para después alejarse y entrar en la habitación.
Suelto un suspiro pesado y apago el televisor que permanecía prendido hace ya unos minutos en un canal de fútbol Italiano.
Lo único que quería era que pasen las horas para volver a ver a Brunella.
—
uf, se viene ahre