capitulo 9

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Carmen, que hasta ese momento estaba concentrada en los distintos tipos de carne que allí había, levantó la cabeza al oírlas.

—Ha dicho «¡Sí!». Recordad que cuando los alemanes dicen eso de «Ja!», es simplemente «Sí».

—Mírala qué lista y tunanta es —se mofó Loli, observando a su hermana.

—Hija, lo tuyo van a ser los idiomas —dijo Teresa sonriendo y haciéndolas reír.

El hombre, al ver que las tres charlaban y sonreían, preguntó:

—Spanien?

Ellas se miraron y Carmen, segura de lo que decía, respondió:

—Sí... sí, ¡españolas!

Él también sonrió. No eran las primeras españolas que pasaban por allí y Carmen, envalentonada, añadió mientras lo miraba:

—Queremos po-llo.

El carnicero parpadeó y ella repitió lentamente:

—Po-llo.

Sin entender lo que le decía, el hombre empezó a señalar las carnes que tenía. Las tocaba todas menos la que deseaban.

—Me parece a mí que esto se complica —se mofó Loli.

—Po-llo, bonico, ¡po-llo! —insistió Teresa.

Pero nada, el hombre no se enteraba, y entonces Carmen gritó para sorpresa de todos:

—¡Kikirikíiiiiii!... ¡Kikirikíiiiiii!

—¡Serás tonta el bolo! —cuchicheó Loli.

—Sin duda, lo tuyo son los idiomas —se mofó Teresa.

Las tres jóvenes se echaron a reír por aquello y el hombre preguntó:

—Hähnchen?

Carmen negó con la cabeza y repitió lentamente:

—Janchen, no... ¡qui-e-ro kikirikíiiii!

—Hähnchen? —insistió el hombre.

La joven suspiró y él, cogiendo un pollo entero, se lo enseñó y repitió:

—Hähnchen!

—Ahhh, ¡«janchen» es pollo! Sí... sí... —Y, tras asentir, miró a las otras dos, que se reían a carcajadas, e indicó—: Recordad, ¡el pollo aquí se llama «janchen»!

—Hähnchen! —la corrigió el hombre.

—Vale... janchen... o jaunchen o como quieras... —rió Carmen, feliz.

Después gesticuló para que él entendiera que quería el pollo cortado a cuartos y cuando llegaron a la caja para pagar, fue otra odisea. La cajera les señalaba las latas de carne y decía:

—Das istdochHundefutter!

—¿Qué dice ésta? —preguntó Teresa.

—A saber —cuchicheó Loli.

La cajera, con varias latas de carne en la mano, negó con la cabeza y Carmen, quitándoselas todas, afirmó:

—Que sí, mujer, que sí... sí... las queremos todas.

—Díselo en alemán o no se entera —apostilló Teresa.

Carmen, sin soltar las latas, dijo con énfasis:

—Ja!... Ja! Que sí, cansina... que sí... Ja!

Cuando finalmente la cajera se dio por vencida, metió las latas en una bolsa y, una vez hizo la cuenta de todos los productos, les volvió a hablar en alemán.

—Buenoooooo —cuchicheó Loli—. Creo que acaba de decir lo que hay que pagar en marcos.

Con paciencia, la cajera volvió a repetir lo dicho y, finalmente, Carmen, ante el agobio que le estaba ocasionando aquel momento, le tendió su monedero.

—¿Qué estás haciendo? —protestó Loli.

—Lo más práctico. No sé lo que dice ni cómo va lo del dinero alemán, por lo tanto, que coja lo que sea y se acabó.

—Pero ¿y si coge de más? —preguntó Teresa.

Carmen, que era un alma cándida, se encogió de hombros y respondió:

Hola te acuerdas de mi ? [PAUSADA]Where stories live. Discover now