Capitulo 11

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Más tarde, le mostraron sus compras a Renata y se enteraron de que en vez de champú para el pelo habían comprado detergente para la lavadora. Eso las hizo reír a carcajadas de nuevo.

Pasaron tres semanas y, además del valor del marco en aquel país, Renata les enseñó a comprar comida. Con paciencia, practicó con ellas algunas palabras en alemán, las mínimas para poder subsistir.

Un domingo al mes, intentaban llamar por teléfono a España, a casa de doña Manolita, la única del bloque que tenía teléfono en su casa.

Cuando llamaban, la familia ya estaba esperando allí y, durante unos minutos, podían hablar con ellos y contarles cómo les iba la vida en Alemania. Oír sus voces y en especial oírlos reír por las cosas que ellas contaban, les recargaba las pilas.

—Déjame hablar con papá —pidió Carmen, quitándole el teléfono a su hermana—. ¡Papá!

Don Miguel, al oír su voz, sonrió y preguntó:

—¿Todo bien por allí, hija?

—Todo muy bien, papá. Tengo los dedos un poco despellejados de trabajar, pero no te preocupes por nada.

Durante varios minutos habló con él y cuando se despidió y colgó, al ver la cara de su hermana preguntó:

—¿Y esa cara de acelga?

Loli se quejó.

—El próximo día, antes de colgar deja que yo me despida también.

Carmen se disculpó.

—Vale... tienes razón. El próximo día te prometo que te despedirás tú.

El siguiente sábado por la tarde decidieron acercarse a Büchenbach, a una discoteca adonde solían ir las jóvenes de la residencia. El local se llamaba Ramona y, lo mejor, ¡era gratis para las chicas!

Con sus mejores zapatos, su mejor falda plisada y peinadas con recato, a las seis de la tarde, Carmen, Loli y Teresa entraron en el local junto a otras compañeras de la residencia. Renata había quedado con un chico y llegaría más tarde.

El ambiente en el local era igual o parecido a lo que se solía encontrar en España. La diferencia era que allí todos los hombres eran rubios, de ojos y piel claros y no se oía música española, aunque sí éxitos de Elvis Presley o Paul Anka.

—Mirad ésas, ¡qué descocadas! —cuchicheó Teresa, señalando.

Al mirar hacia donde ella indicaba, Loli susurró:

—Llevan pantalones pitillo y las blusas atadas a la cintura. Si mamá las viera, se escandalizaría.

Carmen las observó con curiosidad y, encogiéndose de hombros, dijo:

—Es lo que se lleva.

—Mírala, ¡qué moderna! —se mofó Loli.

Su hermana sonrió e insistió:

—Esto es Alemania, no España, ¿qué queréis?

—Pero... pero ¿no creéis que van demasiado descaradas? —insistió Teresa, sin quitarles ojo a las jóvenes.

—A mí me gusta esta moda —afirmó Carmen, que al ver el gesto de Teresa, preguntó—: ¿Qué te pasa, mujer?

Hola te acuerdas de mi ? [PAUSADA]Where stories live. Discover now