Él siempre había estado ahí para ella. Cada novio, cada mala relación, cada tipo que la usaba por una noche y luego la desechaba. Cuando ella llamaba llorando, él siempre acudía a su rescate.
Sabía como hacerla reír, como hacerla enfadar y llorar… Sólo que a diferencia de los patanes con los que salía, él jamás la lastimaría apropósito. Sabía cual era su comida favorita y las cosas a las que ella le temía. La conocía mejor que su propia sombra. Lo peor era que él sabía que ella sabía y aún así no lo determinaba.
Entonces, cuando estuvo a punto de rendirse, ella le correspondió. Y él debió decir que no, sabía que estar a su lado no le convendría. Pero la había querido por tanto tiempo y aceptó… sabiendo que en realidad ella nunca sería suya.
-Ya no puedo hacer esto, Shikamaru- y ahí lo tenía. Sabía que esas palabras iban a llegar tarde o temprano. Ella le dio mil y un pretextos: que sí la continuación del Ino-Shika-Cho, que sí Temari, que sí su relación era más de hermanos que de pareja…pero él no era un genio por nada. Podía leer entre líneas, y sabía por qué se iba en realidad. No la detuvo, igual no había nada que pudiese hacerla cambiar de parecer. Y ella se fue, tomó sus excusas y maleta y se fue como siempre supo que lo haría. Su adiós grabándose en su memoria permanentemente.
Alguna vez le preguntaron por qué le gustaban tanto las nubes. Porque son libres, fue su respuesta, sin obligaciones o ataduras… Van de un lado para otro a complacencia propia, despreocupadas del mundo alrededor suyo.
La verdadera razón la dejó en secreto. Le gustaba admirar las nubes porque eran como ella. Libre y despreocupada. Iba por la vida sin poner cuidado, evitando atarse a alguien más por miedo a salir lastimada pero sin importarle a quien lastimase en su camino. Tal y como las nubes que a veces se funden con otras y se separan robándose parte de la algodonosa complexión de sus compañeras.
Como los nubarrones, Ino también lloraba, descargando sobre el mundo la infelicidad que la llenaba… pero en cuanto la lluvia cesase, volvía a su tranquila forma y seguía brillando bajo la luz del sol. Brindando una falsa sombra de paz a los ilusos como él.
Se acostó en el pasto que cubría la pradera. Un hueco en su pecho, donde su corazón había estado antes de ella. Siguió con la mirada una nube que asemejaba un caballo, y la observó hasta que ésta se perdió fuera de su campo de visión. Incluso aunque combatiese su desgano y siguiese la trayectoria de la nube a pie, jamás la alcanzaría, ya que eventualmente se iba deshacer.
Igual era tratar de seguir a Ino: imposible. El momento en él que la alcanzaba, era el mismo en el que ella se escurría de entre sus dedos, materializándose una vez más frente a él para nunca, nunca ser atrapada, el Nara bufó pensando en su amor no correspondido mientras mantenía sus ojos cerrados y cuando estaba a punto de dormir algo lo interrumpió.
-Shika...-
-Problemática...-