Shikamaru estaba en una situación problemática. Realmente muy problemática. Tenía una misión.Y debía partir precisamente hoy. Eso era un auténtico fastidio, pero ese no era el verdadero dilema. Sino que Ino y él planeaban festejar precisamente su primer aniversario de matrimonio. Los próximos tres días estarían fuera de Konoha, y para eso habían reservado en un elegante hotel que contaba con restaurante, karaoke, aguas termales y toda la privacidad que una pareja necesita para un fin de semana romántico que jamás se olvidaría. Ino había estado contando los días para poder salir y disfrutar su románticas vacaciones con tanta ilusión, añoraba aquella fecha con tanta ansia que en el calendario había dibujado un enorme corazón rojo en la fecha correspondiente. Y todo estaba arruinado ahora.
Por más que intentó negociar varias con la Hokage, todo fue un inútil. Tal vez podría llamar al hotel y cambiar la fecha, si es que eso era posible, considerando lo exclusivo hacer una reserva y lo costoso que resulto para ambos apartar el lugar. Al menos eso queria pensar. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón, caminaba con la postura propia de un hombre afligido. Y pensar que esperaba terminar su día de trabajo, para luego llegar a su hogar, quitarse el uniforme militar de Konoha por una ropa más cómoda y salir a disfrutar su placentero fin de semana con su esposa.
Ya podía imaginar lo que esperaba al llegar a su casa, de seguro Ino estaba terminando empacar, acabando con más maletas de las que podía contar. ¿Cómo iba a decirle que tendrían que cancelar el viaje? ¿Qué tan mal lo tomaría? ¿Haría su vida un infierno después de eso?
Si así era…Lo tendría bien merecido.
¡Era su primer aniversario de matrimonio! ¡¿Cómo demonios había terminado aceptando una misión ese día¡? ¿Había olvidado que su esposa era más aterradora que la Hokage?
Eso parecia y lo hacía sentir como un bastardo.
Llegó a su hogar con la cabeza baja y un agujero formándose en el estomago por la presión, no sabía cómo iba a explicárselo a su esposa. Toda esta situación era un gran dolor de cabeza. Más de lo que podía soportar.
—Ino, ya llegué. —anunció pesadamente.
Su mujer salió desde la cocina para darle una cálida bienvenida. Ella iba vestida con un vestido corto de tirantes color violeta y su rubio cabello perfectamente peinado. A paso veloz, se lanzó a sus brazos con alegría, plantándole un beso apasionado en los labios. Y pensar que inusual ternura pronto se convertía en reclamos, gritos y desilusión.
—Shika, te estaba esperando ¿Nos vamos ya? —preguntó con mucho entusiasmo.
Ino lo soltó y miró como su marido palidecía de repente y se aclaraba la garganta. Eso no era nada bueno.
— ¿Pasa algo?
—Ino…
Iba a matarlo, o peor aún,…ella lloraría de tristeza.
— ¿Sí? —dijo dulcemente.
Los ojos celestes de su mujer brillaban como los de una chica apunto de escuchar una declaración de amor. La culpa que aquella miraba le peso tanto, se sentía peor que un criminal. No era justo. Sobre todo para ella. Suspiro cansinamente antes de decir:
—Tengo una misión. Y debo partir hoy mismo.
Tan rápido como las palabras salieron de su boca, cerró los ojos con fuerza y con las manos en las orejas, esperaba escuchar los reclamos de Ino y, tal vez, recibir uno que otro golpe.