El diccionario definía a esta palabra, en lógica, como un concepto; dos conceptos, para ser precisos. Y estos tenían que tener una característica particular y fundamental, o no sería Oxímoron. Por ende, estos debían ser opuestos. Contradictorios. Incompatibles, a simple vista. De hecho, lo curioso del concepto lógico que era el Oxímoron, era que este podía armonizar dos opuestos en un solo concepto. Algo que no parecía posible y que, por sentido común, parecía inclusive absurdo: El fuego no podía congelar y el hielo no podía quemar, así como la luz no podía ser oscura y la magia no podía ser real, porque literalmente, nada de ello tendría sentido. Pero Shikamaru había aprendido que no todo era blanco o negro y que, muchas cosas en la realidad, no tenían sentido. Esa era una enseñanza, o más bien un aprendizaje (pues era algo que desgraciadamente había tenido que aprender por su cuenta), que había aprendido el día en que la había conocido a ella: Ino, su problemática compañera de equipo.
La primera vez que la había visto, no había sido en la academia como muchos pensaban, porque –infortunadamente, para él- su padre era amigo del padre de ella, o algo así le había dicho su madre (al parecer habían sido compañeros de equipo) y eso había adelantado el no tan fortuito primer encuentro. En aquel entonces, habían tenido tan solo siete años y estaban próximos a comenzar sus estudios como ninja, pero Ino no parecía demasiado interesada en ello como en arreglar flores, al menos eso había creído Shikamaru.
—¿Te gusta? —la pequeña niña había preguntado alegremente, él desinteresado había observado el pequeño arreglo floral de reojo.
Bostezando y encogiéndose de hombros, había respondido —Son solo flores.
Aparentemente "solo flores" era una especie de insulto codificado en el extraño lenguaje de las niñas porque, inmediatamente, Ino se había puesto de pie, con sus mejillas infladas en señal de enfado, y había pateado todas las fichas del tablero de shogi que Shikamaru había estado intentando acomodar hasta entonces.
—Tu juego es aburrido —le había dicho a continuación, y se había marchado con el resto de los adultos. Por alguna razón que desconocía, su madre le había reprendido minutos más tarde. Era justamente por ello, que Shikamaru consideraba a las niñas problemáticas. Incluida a su mamá, quien siempre estaba regañándolo a él y a su papá y haciéndole hacer cosas aburridas como acomodar la casa.
Pero esa vez, Ino no se había marchado junto con sus padres luego del "incidente de las flores" y, aparentemente, había más de una forma en que el pequeño Nara podía insultarla sin usar la palabra flores en el contexto. Cuando su padre había hecho un truco de magia para impresionarlos, él había vuelto a cometer otro error (aunque no sabía cual era específicamente). No era algo complejo, ni sorprendente realmente. Su padre había pretendido tomar la moneda que tenía en una mano, sujetada por la punta de sus dedos, pasarla a la otra y en esta simular que desaparecía como si él la desmenuzara en el interior de la palma. Lo cierto era, que la moneda nunca había dejado la primera mano, y en eso consistía la complejidad del truco. Shikamaru, había deducido esto la primera vez que su padre lo había hecho pero no le había dicho nada.
—Y listo... ¡desapareció! —había dicho Shikaku, e Ino había lucido sorprendida y alegre. Sus grandes ojos azules resplandecían y aplaudía con sus pequeñas manitos energéticamente. El hijo de los Nara, por otro lado, había observado el truco con expresión de aburrimiento.
—¿Cuál es tu problema? —le había espetado la niña fastidiada al ver que él no sonreía como ella. Shikamaru suponía que Ino lo encontraría raro, dado que lo normal era que un niño como él encontrara divertidas aquellas tonterías que hacían los adultos. Pero él no. Era aburrido, y no tenía demasiado sentido cuando se veía a través del engaño.