¿A donde iras Piper?

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Para Piper el solo imaginar que Alex pensara otra cosa la avergonzaba. Se dirigió hacia el grupo, aún sentía el rubor en sus mejillas, pero trató de caminar con dignidad. Se acercó a Rachel y en voz baja le preguntó si se encontraba cómoda. —Me encuentro bien enfermera, no se preocupe. El pánico había desaparecido de los ojos de Rachel y parecía que disfrutaba el papel de inválida delante de sus amigos, pero Piper noto que disfruto más llamándola enfermera delante de todos los que se hallaban a su alrededor, riendo al escuchar sus cínicas ocurrencias.

—Si alguna vez se rompen un hueso, les recomiendo ampliamente a mi enfermera. Les dijo Rachel sonriendo.—Es muy bella e inteligente y me permite comer chocolates en la cama donde me dedico a leer, después de todo ¿qué otra cosa puedo hacer?

Se escuchó una carcajada y algunos de los presentes miraron curiosos la arrogante figura de Alex, que era la más alta de todos.

La esbelta figura de Stella apareció plantándose frente a Piper, Alex al verla entrecerró los ojos sabía muy bien el porque estaba a un lado de la rubia, que le sonreía muy coqueta, Piper le devolvió la sonrisa algo nerviosa, la encontró atractiva, pero no se podían comparar con Alex. Al Stella extender su brazo en señal de saludo Piper contuvo el aliento, estaba cubierta por tatuajes, de inmediato su mirada se encontró con la de Alex que sonreía cínicamente, ahora entendía el porqué de su comentario, el de contener sus emociones.....

Piper sintió los latidos de su corazón al percatarse que Stella la veía de una manera muy insistente, pero no solo ella la veía así, un grupo de mujeres también lo hacían, la consideraban peligrosa, porque a más de una le había llamado la atención por ser una enfermera muy hermosa.

—¡Piper!

Se sobresaltó al escuchar que Rachel la llamaba, ahora por su nombre.

—Necesito mi polvera, Piper, sé buena y trae mi bolso, lo dejé dentro del coche. —En seguida señora. Respondió la rubia.

La rubia se dirigió al auto que se hallaba estacionado a la entrada de la casa, agradeció por la solicitud de Rachel que la aparto de Stella, al inclinarse para tomar el bolso de piel que yacía sobre el asiento, tomó el asa entre los dedos, al tiempo que el pie, que tenía apenas dentro del coche, resbaló; cayó emitiendo un leve quejido, se sintió de pronto sostenida por un par de manos fuertes.

Sabía a quién pertenecían las manos que la hacían girar en ese instante, sosteniéndola por la cintura. La miró con expresión indiferente, aunque no pudo evitar que el rubor pintara sus mejillas, sonrojada, con el cabello cayéndole sobre un lado del rostro, la miró y murmuró unas palabras de agradecimiento.

—Hubiese resultado más sencillo abrir más la puerta del auto Le dijo Alex. —Las mujeres son como los gatos, escogen los caminos más difíciles y los que les causan más problemas, si hubiese caído sobre este piso cubierto de piedras... No prosiguió y Piper sintió un frío recorrer su espalda haciéndola estremecer. Alex poseía la cualidad de expresar lo que sentía con los ojos, con sus palabras y con sus actitudes, lo que la alteró en esos momentos no fue su persona, ni la manera en que la veía, era el hecho de que la hubiese seguido hasta el coche.

—La señora me pidió que viniese a recoger su bolsa, para hacerlo no era necesario que usted también viniera. Piper deseó que quitara las manos de su cintura antes que alguna de las amistades de Rachel pudiera verlas.

—Quiero hablarle sobre Francesco, parece ser que la molesta.

—No me molesta, ¿Por qué habría de hacerlo? Piper acomodo su cabello.

—¿Y por qué no? .Al mirarla, sus ojos se tornaron de un verde más oscuros enmarcados por largas pestañas.—Como empleada de Diane, ninguna persona debe molestarla, aunque se trate de un huésped de la familia Carlin... quizá me equivoqué y la repulsión que vi reflejada en su actitud no era sino ansiedad, pude haberme confundido.

The Tattoo GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora