Capítulo VI

20 2 2
                                    




Cuando Miralys regresó a su casa se encontró a su padre tomando el té en su despacho y aprovechó para entrar y saludarle.

‑Esperaba que llegaras más temprano – dice mientras su humor se denotaba en el tono que usaba, estaba molesto.

‑Lo lamento, sabes que Samhir habla mucho. Además, tuve que pasar de emergencia al templo, sabes cómo son las cosas, es mi deber.

‑Pues tendrás que cortarlo. Tu prometido te ordena que no salgas de casa – responde para lanzar la taza de porcelana al suelo asustando a Miralys que dio un salto en su lugar.

‑De eso quería hablar – señala ella y le sostiene la mirada a su padre –. Dame un mes, un mes donde el hombre que elegiste, como mi futuro esposo regrese a su pueblo y disfrute de su soltería. Yo intentaré arreglar todo acá y medio mes después celebraremos la boda.

Miralys estaba temblando del miedo, pero se mostraba fuerte. Nadie, absolutamente nadie, la obligaría a cumplir con el deseo de un ser caprichoso y cegado por el poder.

‑Un mes y medio es lo que pides para celebrar la boda. ¿Entendí bien?

‑Sí, entendiste bien padre. Un mes para preparar todo y el otro medio para ayudar con lo que sea necesario para planear la boda.

Su padre sonrió ampliamente y cruzó la sala para abrazar a su hija – Me alegro de que estés aceptando las cosas, hija mía – admite su padre –. Tal vez a tu prometido no le guste mucho, pero haré lo que pueda para que acepte ese mes y medio. Después de todo, mes y medio de espera para compartir toda la vida juntos no es mucho. Pero tendrás que verle, el joven anhela ver tu rostro.

‑Bueno, sobre eso, padre – inspiró y tomó el valor que necesitaba para continuar –. Quiero una boda como la que tuvieron tú y mamá. Ustedes también tuvieron un matrimonio arreglado. Según recuerdo, no viste el rostro de mamá hasta la noche de bodas. Quiero que sea igual, quiero hacerlo por mamá, sé que le gustaría que lo hiciera así.

Su padre analizó la situación y asintió comprensivo. Tal vez esa era la razón por la que su hija detestaba a su prometido, el hecho de que la obligara a mostrar su rostro y ella quería una boda como la de su madre – Está bien, hablaré con él sobre tus deseos. Estoy seguro de que aceptará.

Miralys sonrió y abrazó a su padre con fuerza – Gracias papá, de verdad me hace mucha ilusión seguir la tradición del pueblo de mamá. Siento que así ella podrá bendecir nuestro matrimonio.

‑Claro que sí, pequeña. Tu madre estará orgullosa de ti – dice y le besa la frente –. Ahora, ve a descansar, te veo más cansada que de costumbre.

‑Sí, ese accidente de la noche anterior fue culpa del Dragón. Ya sabes que eso nos pone más alteradas que de costumbre.

‑Sí, tu madre también se ponía igual. Ve a descansar hija, guarda tus fuerzas para lo que está por venir – señala él y su hija sonríe tranquila.

‑Buenas noches, padre – responde ella y le besa la frente –. Tú también debes de descansar.

Miralys entró a su habitación y suspiró aliviada. Todo había salido bien, su padre había aceptado a sus condiciones, sólo necesitaba que su terco prometido aceptara también.

‑Señorita, el agua para que se lave su rostro está lista – dice una doncella y ella asiente.

‑Gracias, puedes retirarte – señala y la doncella le reverencia.

Mientras Miralys secaba su rostro con la toalla se observó en el espejo. Sí se notaba cansada, pero sabía que no era completamente culpa del Dragón, sino sus propias decisiones de asistir al baile de máscaras era lo que la tenía cansada.

La Sacerdotisa del Dragón (Saga El Imperio del Dragón Negro: Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora