Capítulo VII

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La pequeña observaba maravillada el vestido que ahora tenía puesto. Si bien Miralys había dudado de hacerla tomar un baño, ahora estaba feliz de haberla bañado para quitarle la tierra encima de la piel a la pequeña criatura. En esos momentos se veía cómoda y caliente en sus prendas de invierno y sonrió al comenzar a cepillarle el cabello para luego trenzarlo de acuerdo a las reglas de la sociedad para una niña de esa edad.

A la señora no habían podido bañarla, su condición era muy delicada como para meterla a una bañera. Pero Torvi se encargó de limpiarla con toallas húmedas y calientes para luego vestirla más agradablemente. Miralys había preparado una sopa nutritiva para la señora que no le caería pesada al estómago lastimado y le haría entrar en calor.

Cuando Miralys salió de la posada, Zhen Jun le acompañó hasta la entrada de la casa de la joven y le colocó un poco de dinero que ella devolvió apresurada.

‑No tienes que darme nada, Zhen Jun... Esto lo hago con mucho gusto, la pequeña merece compartir más con su madre.

‑Yo pienso que es necesario que te pague algo por todo lo que hiciste por la señora. No eres ninguna sirviente para limpiarla y vestirla.

‑Entonces, con más razón no debes de darme ni medio penique – señala y le sonríe –. Que descanses, Zhen Jun, nos vemos mañana en el bosque.

‑Hasta luego, Miralys. Nos... ¿Me llamaste por mi nombre? – exclama sorprendido.

Miralys dejó escapar una risita divertida y negó – Claro que no, joven señor... Nos vemos mañana.

Zhen Jun sonrió divertido y se alejó en dirección a la posada. Realmente juraba que había escuchado su nombre salir de los labios de Miralys. Aunque, claro, parecía que Zhen Jun era más distraído de lo normal, porque claramente ya lo había comenzado a llamar por su nombre desde antes, ese día.

*

Cuando Miralys entró, su padre la esperaba en la sala de la casa. Ella le saludó y su padre la hizo sentarse frente a él.

‑Hija, hoy el joven señor habló conmigo. Le expuse lo que pedías para acceder al matrimonio...

Miralys observó a su padre esperanzada, sólo quería que él hubiese aceptado. Un mes y medio y todo se podría arreglar.

‑ ¿Ha aceptado, padre?

‑No le gustó mucho la idea. Pero aceptó que la boda se celebre en un mes y medio a partir de hoy – responde su padre y Miralys sonrió completamente feliz.

‑Gracias, padre. De verdad, gracias – expresa Miralys desbordando felicidad.

‑No hay de qué, pequeña. Realmente quiero que seas feliz, este matrimonio va a ser muy bueno para ti.

‑El Dragón así lo decidirá, padre – señala ella y su padre deja escapar un pequeño suspiro – ¿Sucede algo, padre?

‑Ese es otro problema, hija – admite él –. Tu prometido no es de la misma religión, quiere que te conviertas y practiques la misma religión que él.

Miralys sintió que su mundo se volvía a romper en miles de pedazos. No podía ser posible que su padre tras de venderla le fuese a casar a la fuerza con alguien de otra religión que le obligaba a convertirse. Realmente era una pesadilla.

‑ ¿A cuál religión pertenece? – pregunta temerosa.

‑Al Culto de los Hijos del Sol – señala él y esperó la reacción de su hija.

Miralys sintió su rostro arder por la furia, sus ojos destellearon con enojo y su padre se asustó un poco. Jamás la había visto tan enojada, ni siquiera cuando le dijo que la había prometido al matrimonio con alguien que ella no conocía.

La Sacerdotisa del Dragón (Saga El Imperio del Dragón Negro: Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora