La Sacerdotisa del Dragón (Saga El Imperio del Dragón Negro: Libro I)

Capítulo XIII

Hola a todos mis lectores, aquí les traigo otro capítulo más.

Espero estén disfrutando, siéntase a gusto de comentar y votar.

Sin más, los dejo leer :D

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Torvi despertó cuando el alba estaba despuntando, sus ojos ardían por el cansancio y el no haber dormido correctamente. Cada ruido que escuchaba la despertaba de su letargo y le costaba varios minutos el volver a dormitar.

Bajó con mucho cuidado del árbol para caminar con determinación varios metros hacia la profundidad del bosque, hasta encontrarse con un árbol de cerezos desprovisto de flores por la época del año. Cuidó que nadie le hubiese seguido, dibujando un pequeño símbolo en la corteza del árbol se abrió una puerta secreta en la base del tronco.

Su señora la había instruido en los pasajes de las sacerdotisas, sabía cómo entrar y salir de varios pasajes y cómo ubicarse bajo tierra. Para su suerte, no todas las sacerdotisas conocían esos pasajes. La madre de Miralys era quien poseía esos conocimientos y cuando su hija se convirtió en sacerdotisa se encargó de pasarlos. Entonces, si realmente sólo la familia de la señorita Miralys sabía sobre esos pasajes, la gran mayoría de las sacerdotisas no estarían conscientes de que existía una entramada red de caminos que comunicaban cada templo del imperio.

Torvi se había detenido a comer algo rápido y beber un poco de agua. Una vez había cerrado su cantimplora comenzó su paso tortuoso por los pasillos en penumbras con dirección hacia el pueblo más lejano. Su señora le había informado sobre el pueblo de Irmen, allí tenía familia materna que podría protegerla el tiempo necesario mientras lograban localizar a su señora y enviarla a la ciudad imperial. Además, le quedaban menos de dos días para perder el color violeta de sus ojos, eso también le aportaría seguridad, después de todo, buscaban a una mujer de ojos violetas.

*

-Señor Aoyama, espero, por su bien, que encontremos a ambas bribonas antes de que sea demasiado tarde – escucha la voz de su yerno –. No podemos permitirnos perder este trato, le prometo que cuando conquiste y logre unir ambos imperios será mi mano derecha y podremos reformar este asqueroso mundo. Una vez encontremos esa serpiente asquerosa y la matemos.

-Claro que sí, no se preocupe. He enviado hombres hacia la ciudad de Irmen, ese será el primer lugar donde mi hija buscará refugio, su familia materna vive allí – dice y sujeta las riendas de su caballo –. Le aseguro que tendrá a mi hija como hemos acordado.

-Sí, una lástima que su antigua esposa muriese antes de poder ayudarnos. Aunque no hubiese conocido a su hija.

-Tengo una duda, Ashrog... ¿Mi hija será sólo tuya o seguirás la tradición?

-Claro que seguiré la tradición. Después de todo, estamos hablando de un principio de los Hijos del Sol. Las mujeres se comparten entre familia, incluso, si alguno de mis hombres quisiera, la compartiría – informa con tranquilidad –. De todas maneras, entiendo que no te sientas cómodo con esas noticias, Aoyama, vivir tanto tiempo entre los sucios creyentes en el Dragón tiene que haber dejado su marca.

-Sí, debe de ser eso. Pronto me acostumbraré de nuevo, estoy seguro.

-Eso espero – anuncia y se aleja cabalgando con velocidad hacia uno de sus hombres que señalaba hacia el río.

Allí los perros de caza estaban olfateando la orilla del río hacia arriba y abajo. La mujer era muy inteligente, haber utilizado el río para despistarlos era muy perspicaz. Ashrog sonrió para sus adentros, de verdad que esa mujer sería de lo más divertido domarla y dejarla como las mujeres de sus hermanos, dóciles y frágiles. Aunque, cuando la recuperara la mantendría para él el primer año, esa bribona iba a quedar reducida a su merced antes que prestarla a sus hermanos, le daría su primer hijo quisiera o no; después de todo, si la prestaba como dictaba la ley, no llegaría a saber si los niños serían suyos o no y él quería dejar una descendencia clara en el mundo cuando lo conquistara.