𝒰𝓃𝑜

907 39 2
                                    

-𝕰𝖑 𝖘𝖔𝖑 𝖇𝖗𝖎𝖑𝖑𝖆𝖓𝖙𝖊-

LA JOVEN NINFA NO DEJABA de observar a la pequeña criatura que descansaba entre sus brazos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

LA JOVEN NINFA NO DEJABA de observar a la pequeña criatura que descansaba entre sus brazos. Su corazón estaba destrozado en miles de pedazos, jamás había amado a nadie a lo largo de su vida, ni siquiera por el padre de la criatura sintió algo. No fue hasta que la pequeña niña que tenía envuelta había nacido que descubrió que era el amor real, el verdadero y único amor.

Pero el mundo es injusto o así lo sentía la joven ninfa, ya que justo cuando había encontrado a su verdadero amor, el universo se la arrebataba. Las lágrimas no dejaban de correr por la bonita cara de la ninfa, lagrimas que terminaban cayendo en la carita de la pequeña niña.

Desde una de las esquina de una de las tantas habitaciones que tenía el gran castillo Cair Paravel, el majestuoso León observaba a la que sentía como su hermana. Ambos habían crecido juntos y se sentía culpable por ser una de las razones por la cual la ninfa no había parado de llorar desde hace horas. Pero no podía evitarlo. Había tomado una decisión no solo por proteger su propio reino, si no a la vez por proteger lo que su mejor amiga más amaba en la vida; su hija.

Entre lágrimas la ninfa se levantó de la silla en la que estaba con su pequeña, acaricio con cariño su cabecita y deposito un beso en ella. Estaba destrozada pero sabía que era la decisión correcta, estaba salvando a su pequeña estrella. La puerta de habitación fue golpeada y por esta entro uno de los faunos que se encargaban de la seguridad del castillo.

Era el momento ella lo sabía más que nadie en esa habitación, el León le iba a pedir al fauno que le diera un poco más de tiempo a su amiga pero ella fue más rápida que él, sabía que si seguía aplazando esto no podría hacerlo. Así que se encamino hasta el guardia y entre los brazos de este depósito a lo que era su vida entera.

—Por favor— dijo entre sollozos— cuídela como si fuera suya—

—no se preocupe, la protegeré con mi vida— hablo el fauno para retirarse con la criatura entre sus brazos.

Cuando la puerta se cerró la ninfa cayó al suelo destrozada mientras que Aslan se acercaba para tratar de consolar a su amiga, se sentía tan mal por hacerle esto a ella.

—Calipso lo lamento tanto— trato de consolarla el León— pero estoy tratando de hacer lo correcto para todos—

La ninfa miro al León y seco las lágrimas que se deslizaban por su cara y hablo.

—Lo sé, no te culpo Aslan— suspiro— la única culpable de mi dolor es esa maldita bruja— el León se sentó a su lado y la ninfa no pudo evitar no abrazar a su amigo— lo único que me consuela es que estoy salvando a mi niña—

Y así era. Hace un par de meses atrás el majestuoso León había recibido la noticia que su joven amiga iba a tener una hija. Un rayo de esperanza para todos los conocidos de la ninfa Calipso, ya que a pesar de que una inminente guerra estaba cerca, el hecho que una de las personas más querida del reino traería una descendiente a las majestuosas tierras de Narnia llenaba de alegría los corazones de los Narnianos. Además de que todos sabían que posiblemente en un futuro el descendiente de Calipso se podría convertir en el Rey o Reina de Narnia. Pero mayor fue su sorpresa cuando Calipso dio a luz a una hija de Eva. Aslan al ver a la recién nacida sabía que la bruja Jadis intentaría asesinarla ya que la pequeña niña significaría que la profecía se podría cumplir. Así que tuvo que tomar la difícil decisión de pedirle a su amiga que sacrificara a su hija por el bien del reino. Porque aunque al León de doliera admitirlo, la niña significaría que existía la forma de vencer a la bruja, y sabía que si la bruja la encontraba no dejaría que la niña viviera. Y muerta la pequeña no les servía.

Al mismo tiempo Calipso acepto que el futuro de su hija seria lejos de ella y con tal de que la maldita bruja perdiera, era capaz de vivir con el dolor en su pecho de que su hija estaba lejos de ella, que vivir con el dolor de que su hija estuviera muerta. Así que cuando Aslan propuso enviarla al mundo en el que vivían los descendientes de los hijos de Adán y Eva, ella no se negó, aunque su alma se rompiera. Lo único que exigió fue nombrar a su pequeña hija, ya que era lo único que su hija tendría de ella y su mundo. Fue así como Aslan lo acepto y en uno de sus bracitos en una especie de brazalete salía el pequeño nombre de la niña. Y aunque Aslan no prometió que este llegaría al otro lado, le dijo que haría lo posible para que la niña mantuviera el nombre que le dio su madre.

Cuando el fauno cruzo el portal con la niña en brazos, se encontró frente a sus ojos un frondoso bosque muy similar al que había en Narnia, pero este lucia sombrío a diferencia de los que había en su mundo. Pero esto lo atribuyo a la enorme luna que descansaba en el cielo que indicaba que era de noche. El fauno camino hasta llegar a un pequeño pueblo, que estaba desértico por la hora que eran, el observaba las casas y pensaba en qué lugar seria indicado dejar a la pequeña. No fue hasta que en la lejanía veía como una anciana le daba de comer a unos perros callejeros que habitaban el lugar. El fauno a escondidas vio la dulce acción de la anciana y como está a la vez acariciaba a los animales que falta de amor estaban. Cuando la vio desaparecer por la puerta de la que suponía era su hogar, tomo la decisión que sería el lugar correcto para dejar a la niña. Así que sin más recostó a la niña en los escalones de la puerta, para luego golpear y ocultarse.

La anciana se sorprendió al ver que a los pies de su puerta descansa el cuerpecito de una pequeña bebe, así que sin demora la cargo en sus brazos para poder observarla mejor. Su mente no paraba de hacer preguntas como "porque alguien abandonaría a una pequeña bebe" la niña en sus brazos comenzó a moverse y la anciana la apego a su cuerpo para brindarle calor.

—tranquila mi niña— sonrió con dulzura la anciana— sé que debes estar asustada, pero no te preocupes yo te cuidare mi pequeñita— la bebe al escuchar la voz de la anciana se tranquilizó, la mujer sin poder evitarlo suspiro con alegría— que bebe más lista— toco su carita— conmigo estarás a salvo pequeña Kira— soltó la mujer sin darse cuenta de que había nombrado a la bebe que tenía entre sus brazos.

A lo lejos el fauno que veía la escena sonrió, el brazalete que contenía el nombre de la hija de Calipso no había cruzado el portal, pero inconscientemente la anciana había nombrado a la niña como su madre quería, al final de todo habían logrado salvar a la pequeña Kira.


¹Las Crónicas de Narnia: El León, La Bruja y El RoperoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora