Capítulo VII.

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Al haberse ido Stefan, alegando que debía solicitarle los reportes de equilibrio a Efesto, me permití revisar el tema por Kley

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Al haberse ido Stefan, alegando que debía solicitarle los reportes de equilibrio a Efesto, me permití revisar el tema por Kley. Sin duda alguna ambos eran buenos líderes para el Olimpo, pero algo impedía que sus decisiones congeniaran.

A pesar de haber elegido pertenecer a la tierra, Creo había decidido seleccionarme como la consejera oficial en el Olimpo. A veces pensaba que mi trabajo original debió haber sido mediar entre los líderes. Solía ayudar a tomar decisiones para formar un equilibrio justo.

Revisé los reportes entregados sobre el ataque, en su mayoría solían especificar la cantidad de personas involucradas, no víctimas. Porque con la paz abarcando los niveles de equilibrio era casi imposible que hubiera alteraciones negativas.

Al tomar finalmente los reportes dados por Efesto me propuse comparar el ataque con los desórdenes antes dados en la Tierra. No había mucho que elegir, no ocurrían accidentes, solo habían muertes naturales. Cárceles vacías, la maldad erradicada, vida sin sufrimiento. Una parte de mi se encontraba satisfecha por la calidad de vida, pero al final siempre pensaba que el mundo no debería ser así. Los humanos ya acostumbrados a la armonía y unión, no solían luchar por liderar o expresar una opinión personal. Actualmente la humanidad vivía en un lugar dónde respetar y compartir era el vivir diario.

Bufé, abriendo el sobre al tiempo que apartaba un mechón de mi vista. Antes de poder empezar a leer sentí como un escalofrío me recorría la parte superior de su nuca, mis latidos comenzaron a acelerarse. Logré mantenerme inmóvil tratando de enfocar el sentimiento, presintiendo que no me encontraba del todo sola en esa habitación.

Percibí un movimiento atrás de mi, automáticamente miré de reojo, a través de el cabello, el lado derecho, era extraño. Algo que no conocía.

Cuando la sensación se esfumó, inhalé y exhalé con fuerza.

Di una media vuelta buscando al responsable, todo estaba en su lugar. Y estaba completamente sola.

Fruncí el ceño al observar toda la habitación de nuevo. No había nada. Avancé dando dos pasos con la incertidumbre palpitando, volví a la posición inicial con desconfianza y tomando el sobre con cautela, saqué los papeles.

Leí con incredulidad cada una de las palabras escritas con tinta dorada. Un porcentaje del 63% a favor de la maldad brillaba con urgencia, miles de muertes provocadas se habían dado en tan sólo tres minutos y 37 segundos. Varios ataques en contra de iglesias y centros de protección para los humanos habían ocurrido en ese mismo lapso de tiempo. Cientos de hospitales atacados por personas comunes. Todo en menos de cuatro minutos.

Un futuro repiqueteo en la puerta me hizo correr hacia ella, un Efesto confundido me miró con atención mientras lo esquivaba para seguir mi camino hasta la oficina de Creo.

El Inframundo y sus Demonios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora