Capítulo IX.

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Algunas piezas del rompecabezas se unieron con demasiada facilidad

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Algunas piezas del rompecabezas se unieron con demasiada facilidad.

Tomando el consejo de Arion y Change,
Ize inició una relación con Selene... Debía admitir que la diosa era un soplo de paz y calidez.

Algo había en esa diosa. Provocaba un revuelo de emociones en su interior. Algo que no debía - O quería - permitirse.

Con su plan puesto en marcha no podía permitir ningún flaqueo de última hora. No quería arriesgar un triunfo por una diosa.

Por un amor.
Aunque fuera uno puro.

Comprendió que ser un demonio tenía una maldición. El amor puro, este sentimiento le nublaba la razón a un demonio. El sentimiento de preocupación y cariño a otro ser le estorbaba.

Si bien estaba esa espinita que no lo dejaba traicionar la confianza de Selene tampoco podía dejar que ella supiera todo el futuro que había planeado para la Unión.

Dejó de mirar a todos esos dioses acompañados por sus parejas, algunos demonios rodeaban el salón entablando conversaciones con el resto de presentes. Pero no lo vio.

Capturando la atención de su acompañante dio una mirada a la mujer vestida con un vestido negro largo y simple que contrastaba con el dorado de su cabello y lo rosado de su piel.

Esa piel que hacía estragos en la cordura y control de Ize.

-¿La Grandeza no se presentó hoy? -Preguntó sintiendo la mano de Selene rodear su antebrazo. A ella le gustaba tener contacto. Algo que a él aún no terminaba de agradarle.

-Me parece que lo hizo al principio. -Sonrió llevándolo al centro de la reunión. -Pero se retiro hace unos instantes. ¿Por qué te preocupa?

Ize fijo la vista en los ojos verdes de Selene. Centelleaban con inocencia y amor. Algo que lo descolocó en lo más profundo de su alma. Causaba estragos por donde pasara.

-¿Porqué me miras así? -Preguntó sin procesar la pregunta en su cerebro.

La diosa de la materia inclinó al lado izquierdo su cabeza en un gesto de desconcierto.

-¿Así cómo?

-No importa. -Cortó con desplante. Como siempre. Dirigió su vista a otro lado buscando la excusa perfecta para escapar y comenzar.

Al fin.

-De hecho si importa, Ize. Eres tan cerrado que solo dejas que conozca un poco de ti cuando haces eso.

Frunció el ceño regresando la vista a su acompañante.

-¿Cuándo hago qué?

-Bajar la guardia. -Respondió entrelazando sus manos. -No sucede a menudo, pero me deja ver una rendija de tu más profundo ser.

El Inframundo y sus Demonios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora