Capítulo XIV

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Al día siguiente decidí darles un tiempoa los cavernícolas  para que arreglarán sus asuntos solos, sin mediador

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Al día siguiente decidí darles un tiempo
a los cavernícolas  para que arreglarán sus asuntos solos, sin mediador. Por lo tanto me había quedado en mi habitación de La Tierra.

Ahora estaba sentada en una roca acompañando a Artemisa a las afueras del Olimpo. En un territorio llamado Campo de Guerra. Su nombre especificaba todo.

Dirigí mi vista hasta los límites territoriales, al lado norte comenzaba el Olimpo y en la parte sur una línea llena de árboles y arbustos empezaba el territorio de los Dioses Cero. El camino de los Dioses Cero parecía un bosque lleno de vegetación. Nunca había podido conocer ese mundo, de hecho nadie perteneciente a otro mundo había puesto un pie allí.

Daba curiosidad, debía admitirlo. Pero nunca sería tan valiente —Estúpida — Para entrar allí.

—¿Crees qué hoy no pueda venir? —Me preguntó Artemisa apoyando su mandíbula contra su mano. Su codo reposaba contra su rodilla. Vestida con una blusa rosa pálido que contrastaba con lo oscuro de su abundante y ondulado cabello negro, un jeans azul acompañado de zapatillas del mismo tono que su blusa.

No era inusual. Ahora, en la segunda generación, todos habían adaptado la moda en la vestimenta de los humanos.

Rodé los ojos ante su pregunta.

Artemisa. Estaba loca. Demente.

—Ojalá que no. —Dije viendo en dirección a la entrada sur. Un golpe proveniente de ella me dio en el hombro desequilibrando mi asiento en la piedra irregular.

—¡Darcy! No seas tan cruel. Además, debes admitir que te agrada.— Me encogí de hombros.

—¿Sabes la cantidad de crímenes que cometemos sólo con esperar a que venga? —Murmuré cruzándome de brazos. Artemisa rodó los ojos. —Tienes suerte que nadie del Olimpo haya visto la pérdida de tu brazalete.

Mi amiga empezó a reír. Yo seguía consternada. No me importaba que Artemisa hubiera perdido el brazalete –osea, ya había tenido sexo–Lo que me preocupaba era con quién.

Ese brazalete delicado de oro colgaba en el tobillo de las mujeres, indicaba que la portadora aún no había tenido alguna relación sexual, su verdadero significado profundo no lo conocía, se había desvanecido con el pasar del tiempo. Era un detalle antiguo. Y realmente antes se le daba más importancia que ahora.

Los hombres llevaban uno en la muñeca izquierda, pero en la actualidad solo un hombre aún lo portaba. En las mujeres aún faltaban varias: Luana, Nemesis, Eurodis, Perséfone, Hera, Afrodita y yo. ¿La razón? Queríamos perderlo con alguien de quién estuviéramos estúpidamente enamoradas, o siquiera mínimamente atraídas. De forma verdadera. Pero nunca había pasado. Con ninguna.

Además según las palabras de Perséfone, nadie estaba lo suficientemente bueno, o no tenía ningún realce. Antes Artemisa pertenecía a este grupo, pero ya no.

El Inframundo y sus Demonios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora