Capítulo | 09

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—Maldita y estúpida vida cruel que no es como en las películas

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—Maldita y estúpida vida cruel que no es como en las películas.

—Deja de quejarte —María dice en un intento de ver un programa en aquella televisión de caja—. De tanto escucharte, me dan ganas de regresarte con Rohan.

Cierro los ojos respirando profundo ante la mención de ese nombre para nada grato a mis oídos.

—De solo escucharlo, siento un asco terrible —admito, prestando más atención a las galletas que compré por capricho.

En estos últimos días, el dolor de estómago me tiene de un terrible humor, porque no logro comer mucho, ya que mi apetito de tiburón pareció desaparecer desde que me aleje de Rohan el árabe. Quizá tenga una lombriz en mi estómago que se acostumbró a la comida de chef y odia la Maruchan, y eso me hace enojar mucho más.

—Te juro que vomitaré en tu rostro si lo vuelves a decir —la amenazo, mordiendo la galleta que causó un gran deleite hace diez minutos, pero que ahora es tan insípida.

—¡Oye! ¡Ni que tuviera la cara de Rohan! —responde indignada, robándome una galleta.

—La verdad si te pasas, Tam. Rohan es mil veces más atractivo que María —Ed, sale a la sala después de ducharse para unirse a nosotras en nuestra cena que consiste en galletas y agua, porque con las semanas finales de la universidad, el dinero voló y no quedó ni siquiera para comprar leche.

—La opinión de un gay está anulada en esta situación —intenta defenderse María—. Bueno, es que la verdad Rohan si es muy guapo. ¡Ya ni la muelas, Tamara! ¿Qué pasó por tu mente al dejarlo? ¡Se iban a casar!

—¡Ni siquiera sé nada de él! —molesta por sus comentarios, escondo el segundo paquete de galletas para no darles—. Solo sé que se llama Rohan y es árabe. Bueno, también sé que tiene mucho dinero y su amigo se llama Zain.

—Cuatro cosas que sabes de él, eso ya es amor —se burla Ed, dándome un golpe en la cabeza antes de quitarme el paquete de galletas que no logré esconder de sus garras.

—Ni siquiera el amor al dinero ganó esta vez. Se te fue el tren, desgraciada. Ahora te toca sufrir con cuatro trabajos a la semana que no te permiten ni siquiera comprar un litro de leche.

Lloriqueo como niña chiquita al recordar que en seis horas comienza mi primer horario laboral del día, después mis clases y finalizar con otro turno extra. Y eso, sin contar mis dos turnos en el fin de semana.

—Les juro que odio mi vida —digo aún en mi berrinche, porque me siento tan agotada últimamente, cuando anteriormente ya estaba acostumbrada a estos turnos mortales—. Y lo peor es que no me quiero matar porque me amo.

—Deberías dejar dos trabajos en lugar de sufrir de tal manera —rápidamente muevo mi cabeza en negación por las palabras de María—. Ya ni siquiera comes bien, debiste quedarte en la casa de Rohan.

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⏰ Última actualización: Nov 24 ⏰

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