Día 1 - Abrazamos los tulipanes

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~Day 1 - Pink tulip: caring, joyful ocassions~

De la Pendrago que Sorey recordaba, quedaba poco. Lo que antaño —mil años atrás— fue la capital de Rolance, ahora era simplemente el casco antiguo de una urbe todavía más impresionante y próspera. Eran tiempos pacíficos de calma y esplendor, tenía suerte de hacer despertado en aquella época y de poder disfrutarla antes de que se tornase turbulenta. Y tenía suerte también de que su guía por la nueva Era de los Eternos, llamada así porque la bendición de Maotelus y los otros cuatro Empíreos se había vuelto especialmente notable, estuviese enterado y documentado de casi todos los acontecimientos importantes. Mikleo no había perdido el tiempo, eso estaba claro. Su antiguo y eterno amigo aquella ocasión había decidido devolverle a una ciudad de la que guardaba impresiones agridulces. Las calles del antiguo distrito real de Pendrago estaban llenas de recuerdos tristes que le encogían el corazón al rememorarlos, pero también de ocasiones felices que dibujaban una indeleble sonrisa en sus labios. En aquella ocasión, estas parecían tener más peso en la balanza que sus contrapartes amargas. Ambos serafines eligieron sonreír mientras paseaban por aquellas calles limpias y empedradas tomados de las manos. El escenario no lo habían puesto solo para ellos, pero lo disfrutaban como si fuesen los invitados principales de aquel desfile de color.

Por lo que le había contado Mikleo, aproximadamente unos quinientos años antes, en la parte del Gran Imperio que antes le perteneció a Rolance, se había desarrollado una nueva tradición. Lo llamaban el Festival de las Flores y, durante nueve días, las calles de todas las ciudades del Imperio se teñían de alfombras de pétalos multicolores. Como no podía ser de otra forma, el mayor espectáculo fue siempre el de la sagrada capital, mucho más dada a las festividades y a las celebraciones que la verdadera capital. Guirnaldas de flores colgaban entre los edificios, cubriendo tanto el luminoso cielo como el inclinado suelo de tonos vivaces y llamativos. En aquellas circunstancias nadie habría pensado que mucho, mucho tiempo atrás, aquel paraíso arcoíris estuvo opacado por la incesante lluvia, la malicia y la premonición de una terrible guerra. De aquellas sombras no quedaba ni rastro. En cada balcón los habitantes habían dispuesto tiestos de toda clase de plantas: petunias, margaritas, geranios, portulacas... todas florecientes, cada una más llamativa que la anterior. Las enredaderas cubrían las paredes de los monumentos más importantes y una lluvia de pétalos de rosa se levantaba al caminar entre ellos. Sorey estaba maravillado. En las calles se habían montado puestos ambulantes de madera, al más puro estilo de los mercados medievales. Vendían flores y dulces a niños y mayores, a serafines y a humanos por igual. Era idílico, una de las encarnaciones de su sueño. El que un día fue Pastor no era capaz de contener la sonrisa. Mikleo lo sabía, no por nada iba cada dos por tres mirándole por el rabillo del ojo. Su corazón también estaba lleno de una sensación de felicidad y plenitud, pero era por compartir la de él. Conociéndose como se conocían y cuidándose lo que se cuidaban, el serafín de agua había llegado a la conclusión semanas atrás de que Sorey no podía perderse aquello, no cuando le haría tan feliz. Había dado en el clavo, como siempre, y lo constataba con una sonrisa llena de alegría y de cariño.

Durante unos instantes, un puesto en concreto atrajo la atención del rubio. Bajo un templete de color azul claro, una mujer de aspecto afable y una chiquilla que debía ser su hija vendían tulipanes rosas. Quién sabe por qué, aquellos ramilletes de pálidos capullos atrajeron su atención de forma irremediable. Ambos serafines se dirigieron a ojearlos como podrían perfectamente haberse parado en otro puesto. De hecho, justo al lado de este había uno de caramelos de flores heladas, una especialidad originaria de Lastonbell. Mikleo se dejó arrastrar por sus propios caprichos, separándose momentáneamente de Sorey para ir a mirarlos. Al ver hacia dónde se dirigía, el rubio sonrió.

-Buenos días, buen serafín. -Saludó la señora al ver al espíritu mirar sus flores. Fue ávida a la hora de detectar a un potencial cliente.

-Buenas. ¿Esto son tulipanes?

-Sí. Una variedad traída directamente desde nuestra joya hermana.

Por las explicaciones de Mikleo, Sorey supo que se refería a Ladylake. Cuando Rolance y Hyland se unificaron, uno de los problemas fue el elegir una nueva capital. Como posible solución, se fundó la nueva Hellawes, la primera ciudad que visitó con Mikleo al encontrarse. Sin embargo, la fama de las antiguas capitales nunca pudo obviarse, no con toda su historia y su renombre. En la mente tanto del pueblo como del gobierno, las dos pasaron a considerarse joyas hermanas, ciudades de alto interés tanto cultural y político como turístico. Y gracias a sus maravillosas conexiones con el resto del imperio en sus respectivas mitades, Ladylake y Pendrago también llegaban a desempeñar algunas de las funciones propias de la capital. Mientras contemplaba las bonitas flores que, de alguna forma lejana y brumosa, le recordaban a Alisha, asintió con la cabeza. Se preguntó qué significarían, pero eso ya se lo plantearía a Mikleo más tarde.

-Y dígame, ¿cuánto cuesta el ramo?

-Depende del tamaño, mi señor. Un ramo de diez son cien gald. El de veinte lo ofrecemos a ciento ochenta. -La mujer lo miró inquisitiva, contemplando como fruncía el ceño y se debatía entre si comprarlo o no. Las flores eran preciosas, sin duda, pero no sabía si serían las adecuadas o sí, a modo de agradecimiento por llevarle a aquel festival maravilloso, Mikleo preferiría una bolsa de dulces-. ¿Son para su compañero, buen serafín?

-¿Eh? -Viéndose sorprendido, Sorey tardó unos segundos en reaccionar. En vez de mirar los ramos, sus ojos se habían perdido en su amigo sin que él fuera del todo consciente-. Sí. Son para agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Y para decirle lo mucho que le quiero.

Su tono de voz fue bajando con timidez hasta extinguirse en la última sílaba. Con una amabilidad cariñosa y calculada, la vendedora le regaló una sonrisa. Al otro lado del puesto, su hija le cobraba a una muchacha que había decidido comprar solo una flor, y mientras Mikleo seguía a lo suyo en el tenderete contiguo.

-¿Sabe? Esta variedad en concreto hace referencia a los momentos felices. -Le contó ella-. Sin embargo, en textos antiguos se dice que los tulipanes, todas sus variedades, son la flor del amor verdadero. La finalidad de nuestro festival es recuperar todos esos significados perdidos y comunicarnos durante nueve días usando las flores. Quizá si lo que quiere es expresarle todo su cariño, esto sea lo que busca.

El serafín de tierra miró alternativamente a la vendedora, a las flores y a su compañero albino, que parecía estar efectuando su compra. Decidido en un segundo, asintió con la cabeza. Compró un ramo un poco extraño, con dieciocho tulipanes. Cuando Mikleo se acercó a él, sin llegar a volver a las ajetreadas calles se lo tendió con una sonrisa.

-Pero ¿y esto? -Rio el serafín de agua, contemplando las flores que ahora tenía en brazos-. Si es para que te dé caramelos, pensaba compartirlos desde el principio, bobo.

-Claro que no es eso. -Mientras le acariciaba el rostro con la que llevaba el guante del Pastor, Sorey posó su mano libre sobre una de las suyas, sosteniendo ambos el ramo-. Son dieciocho flores, una por cada año que estuviste allí conmigo, que estuve queriéndote y que me hiciste sentir toda la alegría del mundo. Como no puedo comprar ni mil por los que me esperaste ni infinitas para lo que nos queda, he pensado que esto era lo mejor.

-Sorey... -Murmuró el albino, luchando por contener tanto la sonrisa como el color que amenazaba sus mejillas. Con el ramo en las manos abrazó a Sorey, sintiendo como este le levantaba del suelo y le daba una vuelta en el aire mientras se sumían en la lluvia de pétalos de flores-. Que sepas que yo también te quiero.

Al lado de su oído pudo notar la agradable risa ajena. La vibración reverberó en sus pechos, juntos al abrazarse. Entre pétalos y ramilletes de tulipanes, junto a él, Mikleo supo que era feliz.

The Languaje of Flowers [SorMik Week 2019]Where stories live. Discover now