Día 7 - Vencimos a los dientes de león

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~Day 7 - Dandelion: Wishes come true, overcoming hardship~

-¡Aullido de león!

Una luz plateada resplandeció ante el nombre del arte marcial. Sin embargo, si el pobre Jude intentaba invocar con su impacto la cabeza de tan fiero felino, no lo parecía. Quizá deberían rebautizar el arte. Edna había sugerido que le quedaría muy bien un "aullido de gato casero".

-Casi lo tienes. -Le animó Sorey con una gran sonrisa, poniendo su mejor empeño en ser un buen mentor para el joven Pastor-. Vamos a repetirlo otra vez. Esta vez gira un poco más las manos antes de lanzarte. Sí, justo así.

Mikleo sonrió, contemplando una escena que casi se le antojaba entrañable. Practicaban y entrenaban en lo que quedaba de los pastos de Pearloats, cerca de Pendrago. Mikleo estaba sentado en una piedra de superficie plana, a la sombra de un árbol aleatorio. Lailah no tardó en unírsele; ella también traía una sonrisa en el rostro. Frente a ellos, Sorey trataba de enseñarles al nuevo Pastor y a su Escudero —que había resultado ser su amigo de la infancia, cosa que a cierto par de serafines les daba una ternura tremenda— el arte que Sergei le dejó en su día. Un poco más allá, a la sombra de otro árbol, Zaveid y Edna se reían con la Rose serafín, que a pesar de haber perdido sus memorias era tan risueña y vigorosa como la original, y que se las había arreglado para recuperar sus relaciones pasadas. Aquello era como viajar mil años atrás en el tiempo, recordar los días felices que durante muchísimo pensó equívocamente que jamás volverían. Qué equivocado estaba, y cuánto se alegraba de estarlo.

-Pareces feliz, Mikleo. -Comentó la dama del lago, regalándole una de sus sonrisas maternales. A ella también la había echado muchísimo de menos, y eso que había sido uno de sus mayores pilares a lo largo de todo aquel tiempo perdido. La serafín de fuego tomó una de las manos enguantadas de su joven amigo, estrechándola con cariño.

-Lo estoy, estoy muy feliz. -Admitió el albino, devolviéndole el gesto mientras su mirada volvía a enfocarse en el serafín rubio y en los dos muchachillos humanos que tanto los admiraban-. Mentiría si dijera que no me preocupa la situación del mundo, pero ahora mismo no puedo evitar sentirme en paz. Esto... esto es como un sueño hecho realidad.

-Volver a estar así con todos, reunidos y viajando juntos de nuevo. -Susurró la Señora Primordial-. La verdad es que yo tampoco me lo había imaginado. Siempre pensé que aquellos días nunca podrían volver, y míranos ahora.

-Reunidos y listos para volver a enfrentarnos al mundo, como hace mil años.

Lailah asintió. En su corazón sentía exactamente la misma sensación que Mikleo, la dicha de los que saben lo que es perderlo todo cuando ven sus deseos más profundos cumplirse. En el caso de ella, era volver a estar todos juntos, volver a viajar así. Para él, además de eso, era volver a ver a Sorey sonreír como cuando era el Pastor. Verle luchar de nuevo por su sueño con esa luminosidad y esa pureza que lo caracterizaban le conmovía el alma.

-¿Crees que venceremos también esta vez?

-Sí. Creo que podemos con todo, quizá ahora más que nunca. -Momentáneamente, el albino recuperó un gesto un poco más serio-. Puede que sea difícil, pero ahora que estamos todos aquí, de nuevo, no creo que haya nadie capaz de pararnos.

-Oh, por todos los Empíreos, Micky, chaval, me vas a hacer llorar.

-Meebo se nos ha hecho todo un romántico con los años, ¿eh?

-Pero seguro que tiene razón. ¡Seremos un grupo invencible!

Con la llegada de las burlas de sus amigos, el serafín de agua frunció el ceño. Sus discusiones solo trajeron de la mano las risas de los serafines y las quejas de los humanos, que parecían ya hartos de entrenar y querían unirse a todo el jolgorio. A su ruidoso grupo se lo escuchaba desde Pendrago hasta Hellawees, pasando por Marlind y por todas las ciudades menores entre medias. Pero a pesar de ver frustrado su momento de reflexión y admiración sincera junto a Lailah, la felicidad de Mikleo no remitió ni por un minuto. No podía hacerlo, no al menos mientras siguiese mirando la enorme sonrisa de Sorey. Cuando le rescató de aquella cueva, solo ese momento ya había superado sus mejores sueños. Que sí, que puede que luego se diera de bruces contra la dura realidad que llevaba implícita la reencarnación seráfica, pero a eso también acabaron por sobreponerse. Recordaba la noche en el bosque junto a Taliesin, la desesperación por volver a perderle y la euforia que le invadió al ver que había regresado junto a él por segunda vez. Todo eso, incluso los años sin él, podía recordarlo con una sonrisa en los labios precisamente porque volvían a estar todos juntos, porque Sorey y él habían vuelto a lanzarse a recorrer el mundo en compañía mutua, y porque hacía apenas una semana que su grupo se había reencontrado. Y sabía, estaba seguro de hecho, que vendrían tiempos difíciles, decisiones duras y dolorosas, que los ciclos se repetirían una vez más y las que fuesen necesarias, y que traerían tantos milagros como dolor y lágrimas. Todo eso lo tenía más que asumido, pero esta vez presentía que sería diferente. Su por qué era tan obvio que no le encontraba sentido a mencionarlo.

Terminado el entrenamiento de los chicos, decidieron pasar allí lo que les quedaba de día antes de volver a la gran ciudad por la noche. Ante la atenta mirada del Pastor y el Escudero —que estaban cautivados por la presencia de tan míticos serafines—, Sorey y Mikleo decidieron dar un paseo juntos por las colinas y los campos de cultivo de Pearloats. Se detuvieron en un alto, cerca de unas ruinas que antes habían estado sembradas de malicia, y sobre las que ahora crecían dientes de león.

-¿Te acuerdas? -Susurró el serafín de agua, contemplando el crisol-. Kalasutra me dio bastantes problemas en su día.

-Pero venciste, y con mucha habilidad, por cierto. -Una sonrisilla egocentrica tomó los labios de Mikleo. Contemplando aquellas ruinas derruidas, Sorey comprobó aliviado que ya no detectaba malicia en ellas. Eso le permitió sonreír también. Se habían detenido frente al crisol. Al estar más tranquilo, dejó que uno de sus brazos rodeara la cintura de su compañero. El albino se apoyó en su pecho, para sorpresa de sus dos observadores humanos que los espiaban a lo lejos-. ¿Crees que sigue activo?

-No me da esa impresión. El aire está limpio, y lo único que noto es el dominio de Morgrim.

-Eso pensaba.

-Somos conscientes de que dejará de estarlo en algún momento, ¿verdad? -Solemne una vez más, Mikleo fijó sus ojos malva en los del que había sido su mejor amigo-. La malicia volverá.

-Y la purificaremos esta y las veces que sean necesarias.

-Esa era justo la respuesta que quería oír.

Justo cuando juntaron los labios, una ráfaga de viento hizo volar sobre ellos una lluvia de espumosos pétalos de dientes de león. Zaveid a veces se pasaba de travieso, pero era parte de su encanto. Y como lo sabían y conocían al culpable, sonrieron juntos al besarse. Sus labios tenían el sabor de los sueños cumplidos y de las ganas de enfrentarse a la eternidad que les quedaba por delante.

The Languaje of Flowers [SorMik Week 2019]Where stories live. Discover now