I
Los rayos del sol iluminaban el bosque, pero apenas llegaba el aviso de un nuevo día a aquellos jóvenes que pasaron la noche ahí. En ese instante, una bellota cayó de un árbol, impactó con varias ramas hasta caer en las piernas de Linkinton.
Abrió los ojos lentamente, se percató de lo iluminado del bosque. Se sentó, cabizbajo para pensar en todo lo sucedido hasta el momento, tenía que escapar solo por querer su paga y ayudar a una princesa malagradecida.
Solo pensó en que quizás ayudando a esa princesa recibiría algo como una recompensa. Pero en sí no sabía a dónde estaba yendo, solo siguió un camino señalado por una niña menor que su propia hermana. La miró y se dijo que ella no debía estar metida en esto, a pesar de ser la de la idea. Era su única familia.
Su padre el herrero original, había muerto años atrás debido a una rara enfermedad, era una buena persona, le enseño todo lo que él sabe ahora. Era un hombre ejemplar, estricto, querido por toda la aldea. Lo consideraban el líder. Recordaba cuando su padre le enseño el oficio de la herrería, es lo mejor que le pudo heredar.
Un pequeño ruido interrumpe sus pensamientos, era un tierno bostezo, provenía de la princesa que se levantó algo fastidiada, pero estiró sus brazos hacia arriba. Lilythod se levantó en ese instante.
—Muy buenos días princesa, es un bello día, ¿no lo cree? —con tono amigable.
—Sera bello cuando se me pase este dolor que tengo en la espalda joven aldeana, de todas maneras... buenos días —por más molesta que estuviera, no debía de dejar su educación. Observa al herrero que también está despierto—. Buenos días, aldeano —lo dijo por cumplir.
—Buenos días, princesa. Espero que haya descansado bien porque nos corresponde seguir este camino y tratar de encontrar algún rumbo fijo —su tono era cordial.
—Ya lo sé, aldeano. No era necesario que me lo repita, hombre de clase baja —se enojó por unas simples palabras.
Linkinton solo suspiró de amargura, tomó sus cosas, desató al caballo y a Meredith. Se da cuenta que no le ha puesto nombre al caballo.
—Eres de color oscuro, muestras imponencia así que... no sé cómo llamarte, amigo —dijo con una sonrisa que se volvió una mueca de tristeza.
El caballo solo miraba a Linkinton con curiosidad. En ese momento, Lilythod se acercó al animal de cuatro patas y lo miró detenidamente. Después de unos segundos, podía decirse que ya tenía un veredicto.
—Creo que lo llamaré Benjamin —le dijo a su hermano, pero mirando al caballo.
Linkinton se quedó algo pensativo, pero no dijo nada en contra ya que él le había puesto el nombre a su yegua.
—Lilythod, ese un buen nombre, ¿te gusta el nombre, Benjamin? —le preguntó al animal acompañado con una leve sonrisa.
El caballo solo levantó su pata derecha y piso dos veces, era una señal de que le gustó. Lolanord los observaba con curiosidad.
—Eh... bueno, vasallos, ¿hacia dónde nos dirigiremos? —les preguntó con un tono autoritario.
Esa pregunta los hizo voltear donde ella, Lilythod estaba pensando en qué podía decirle a la princesa, sinceramente tampoco sabía a qué lugar debían ir o a dónde los dirigía ese camino.
—No lo sé, su alteza —respondió el herrero—, pero debemos encontrar una manera de saber por lo menos donde nos lleva este camino —no sabía que más decir.
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Como un cuento de hadas...
FanficEn en el país de las coniferas, en la imaginaria Woodsham, reina la familia de los Loudster, la doncella Lolanord, una de las tantas princesas, es raptada por unos hombres de capa negra con motivos desconocidos. La cual será ayudada por un muchacho...