Capitulo XXV: La inteligencia hace acto de presencia

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Durante dos o tres días mi vida es felicidad en estado puro. Hablo con Rubén las veinte cuatro horas y sonrío como una tonta enamorada. Mis amigas, que están al tanto de lo que ha pasado con Rubén, están eufóricas. ¡Por fin he sentado cabeza! Según Diana. Una semana después, entro en Facebook i para mi sorpresa, Dylan está de fiesta en mi pueblo. En seguida, me pongo en contacto con él para pedirle disculpas:

-          Alexandra Collingwood: Hola, Dylan. Soy Alex, ¿te acuerdas de mí?

-          Dylan Thompson: Hola, Alex. ¿Cómo no me voy acodar de mi chic dulce? ¿Qué tal todo?

-          Alexandra Collingwood: ¡Cierto! Muy bien, te abría para pedirte disculpas por no haberte contestado ni a las llamadas ni a los mensajes. Tuve un bloqueo y me alejé de ti. Lo siento, Dylan, de verdad.

-          Dylan Thompson: No te preocupes, Alex. Supuse que se quedó como un revolcón en el baño y por eso, al ver que no me contestabas dejé de insistir. Estás perdonada, pero para estar al cien por cien, acepta que te invite a comer un día. ¿Mañana?

Me huelo problemas, pero quiero estar bien con Dylan. Es un buen muchacho que se merece todo y más. Le contesto que encantada quedo con él, y quedamos mañana a las dos para comer en el restaurante de la plaza principal de mi pueblo. Esta tarde, la comparto con Rubén, Justin y Dylan. Cada uno por un tema en especial y por una razón diferente.

A la mañana siguiente, leo el libro que no pude leer y le digo a Justin que sigo con la lectura y se preocupa al saber que ese libro me está durando más de cinco día. A la hora de comer, ya estoy en la plaza esperando a Dylan que no tarda en aparecer. Se me hace raro verle sin el uniforme del restaurante. Una vez sentados en nuestra mesa, hablamos de nuestras vidas y omito el tema de Rubén y mi relación con él. ¡Hablando del rey de Roma! Me abre y me pregunta donde estoy, que quiere hablar conmigo. Le digo que estoy con mis amigas y prometo llamarlo más tarde. A continuación, un mensaje de Justin llega:

-          Justin Flint: ¿Ya has terminado el libro?

-          Alexandra Collingwood: ¡No seas malo! Aún no lo he terminado, estoy comiendo con unas amigas. Luego hablamos. Adiós, besos.

Dylan, que sé que no me ha quitado el ojo de encima, me pregunta:

-          Veo que eres una mujer muy ocupada, Alex.

-          Perdona, Dylan, pero mis amigas me están acribillando a preguntas preguntándome donde estoy y porque no estoy con ellas viendo una película.

-          Como sois las mujeres, ¡que cotillas!

Nos reímos y cuando tomamos el café, pasamos a un sofá que están más adentro del restaurante. Se sienta a mi lado y pone una mano en mi muslo derecho. En seguida se la quito y él, sorprendido por mi acción, me pregunta:

-          ¿Qué te pasa, Alex?

-          Dylan, no. No puedes tocarme y pensar lo que sé que estás pensando, tengo pareja. Lo siento. – Digo con la cabeza agachada.

-          Yo no soy celoso, cielo. Eso tendrías que saberlo ya. – Dice con aire de suficiencia.

-          ¡DYLAN! ¡No voy a engañar a Rubén! – Levanto la cabeza de golpe y con rabia en los ojos.

-          ¿Así se llama? – Asiento y prosigue. – Es un hombre con suerte, espero que sepa cuidarte.

-          Lo hace y muy bien. – Digo segura de mi misma.

Veo en sus ojos como algo se rompe en su interior, pero sonríe. Seguimos hablando y quedamos como amigos. ¡Es lo mejor para todos!

Ángel EndemoniadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora