Capítulo XII: Dylan, el Inteligente

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Me llamo Dylan Thompson y conocí a Alexandra en un restaurante. Era camarero y ella vino con su familia a comer un domingo al mediodía. Aunque soy un año menor que ella, nos gustamos des del primer momento. No me preguntéis como termine trabajando en un restaurante teniendo un doctorado.

Como conocí a Alexandra: Ese domingo en Casablanca era muy ajetreado. Familias por un lado, parejas por el otro. Comuniones en el piso inferior y bodas en el principal. Un caos para mi cabeza. El jefe nos había dividido en cuatro grupos: uno para el piso inferior, otro para el principal, uno más para el superior y finalmente, para el bar y la terraza otro. Para mi suerte y la de mi compañero, Calvin, nos tocó el inferior. ¡Odio el estrés de las bodas y las comuniones! Entramos con una sonrisa y empezamos a tender las mesas. Me toco el ala norte, donde estaba Alexandra con un precioso vestido corto rosado y una sonrisa que enamoraría a cualquiera.

Me acerqué a su mesa y con mi mejor sonrisa y felicidad, me presenté a toda la familia. Las tres mujeres sonreían a Alex mientras esta se hundía en su silla. ¡Qué tierna! Pasé toda la mañana pendiente de su mesa, pero sobretodo de ella. Cuando entré con los postres, dije lo primero que se me paso por la cabeza al poner su dulce de leche con chocolate delante de ella: Un dulce para una chica dulce. Toda la mesa aplaudió y vitoreó mi dicho y con mi orgullo por los aires entré de nuevo en la cocina.

Cuando pidieron los cafés y la cuenta, ella no estaba y un niño de ojos claros me dijo que había ido al baño. Con sutileza entré en el baño de mujeres del piso inferior y me la encontré mirándose en el espejo. Al girarse se asustó, pero enseguida sonrió. No me preguntéis como terminamos encerrados en un baño comiéndonos la boca y con su vestido en su cintura. Luego, me dio su número y besó mis labios una última vez. Salimos y ella corrió escaleras arriba para reunirse con una chica bastante parecida a ella, pero en morena y más mayor. Se giraron y corrieron una vez más hasta fuera del restaurante donde toda la familia se había reunido.

Después de eso, no supe más de ella. No contestaba a mis llamadas ni mensajes. Nada, solo quedó como una locura en el baño de un restaurante.

Ángel EndemoniadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora