Capítulo IV - Parte II

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Daniel

Mientras bailaba, si es que a esto se le podía llamar bailar, vi a Tam acercarse a Yue. Observé cómo la tomaba por la cintura; estaba ansioso por saber cuándo ella se desharía de él, pero nada pasaba, tal vez la estaba molestando; sí, era lo más probable, sino... ¿cómo explicaba el deseo de querer alejarlo de ella? Lo hubiera hecho si no fuera porque, literalmente, estaba pegado al piso, danzando. No tenía la menor idea de cuánto tiempo llevaba. Dos o quizás tres horas, mis pies me estaban matando. Finalmente Tam se fue con una gran sonrisa, definitivamente existía algo entre ellos; como dicen: una imagen vale más que mil palabras.

De repente Yue se encontraba frente a mí, parecía contrariada. Me miró pero apartó de inmediato sus ojos, definitivamente algo no andaba bien.

―Roxanne, quítale el hechizo a mi breenum ―ordenó ella―. Mañana tiene trabajo que hacer, además ya se ha divertido bastante ―agregó.

―¿En serio?... yo creo que no ―contestó mirando a Yue con desprecio y repulsión.

Después de detener el encanto me entregó una copa de un líquido rojo que olía muy bien, supongo que esperaba que me lo bebiera. Cuando me disponía a hacerlo Yue me interrumpió.

―¡Te prohíbo que lo ingieras!

―¿Le vas hacer caso al gruceen que te convirtió en lo que eres? Es sorprendente tu lealtad. Aquellas palabras me sorprendieron, en primera instancia iba a seguir las instrucciones de Yue, pero luego de oír a Roxanne, recordé todo por lo que había pasado, y a pesar de no confiar en ella, en algo tenía razón: Yue era la causante de que tuviera esta apariencia y que tuviera que soportar ésta sórdida fiesta, así que me bebí la copa de un trago.

Cada músculo de mi cuerpo se sentía extraño, era parecido a lo que experimenté en mi transformación, con la diferencia de que no había dolor. Al contrario, estaba feliz, dichoso, una sonrisa se dibujó en mi rostro, sentí deseo de cantar, bailar, impregnar al mundo con mi alegría, lo más chistoso era la cara de Yue, era tan graciosa que no podía parar de reír. Me acerqué a ella, le dibujé una sonrisa con mis dedos.

Sólo conseguí que me apretara el brazo y me jalará del lugar.
―¿Por qué no tomaste en cuenta mi advertencia? ―preguntó, exasperada.

―¿Por qué tanto enojo? Te vas a poner más vieja de tanto arrugar la frente... más vieja ―reí―, aunque eso es imposible porque eres inmortal ―reí nuevamente.

―¡Cállate de una buena vez!, lo único que vas a conseguir es meternos en problemas —ordenó.

Pero a pesar de su advertencia, me era imposible. Cualquier cosa, por insignificante que fuera, desencadenaba un nuevo ataque de risa que llegaba al punto de ahogarme.

Una vez dentro de su casa, Yue golpeó mi estómago, no supe de nada más hasta la mañana siguiente.

Me dolía la cabeza, me comporté como un estúpido, aún no entendía por qué acepté la sugerencia de Roxanne; el enojo nubló mi juicio, no tenía otra explicación.

No quería abrir los ojos y enfrentarme al mundo, mejor dicho, a la afilada mirada de Yue; estaba seguro que me regañaría, y lo peor es que lo merecía. Darme cuenta de eso me hizo sentirme peor.

Como lo supuse, ella estaba en una esquina de la cama, se veía cansada, sabía que era por mi causa.

―¿Cómo te sientes? ―preguntó―. Supongo que pésimo ―suspiró―. Será mejor que descanses.

Definitivamente tenía que estar delirando, ella estaba siendo amable conmigo. Luego recordé que tenía trabajo que hacer, quise levantarme, pero ella me lo impidió.

La Flor Lunar  *[COMPLETO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora