Chapter V

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Leslie pov

Una vez que me despedí de mi tía y nos alejamos del hospital, los Condes Charles se dirigían a la casa de ese conde Phantomhive llevándome a las afueras de la ciudad.

Espera un momento...¿ Las afueras de Londres?.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis ojos se abrieron como dos bombillos y mi corazón latía con rapidez, cuando me di cuenta que nos dirigíamos hacia el lugar en donde yo vivía feliz con mis padres hasta ese día en que lo perdí todo. Saqué la cabeza por la ventana y mis ojos se toparon con una enorme mansión.

¿Quién viviría ahí ahora?..

—Bien, ya estamos aquí— dijo Gray abriendo la puerta de la carroza y ayudandome a bajar. El miedo invadía mi cuerpo, a medida que nos acercábamos a la puerta, aquellos orribles recuerdos llegaban a mi cabeza.

—"¿Pa-pá?"...

—"Yo no soy tu padre"...

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—¡Ya estamos aquii!!— gritó Grey abriendo la puerta. No podía negarlo, la mansión era hermosa y elegante, tres candelabros enormes en medio del techo alumbrando todo el vestíbulo, el piso con losas negras y blancas como el tablero de un ajedrez, una escalera enorme en medio de una alfombrada morada y un chico enanito bajando por las escaleras vestido de verde acompañado de un mayordomo alto vestido de negro.

¡Bienvenida a la mansión, soy el Conde Ciel Phantomhive!— .

Escuchaba su voz como si fuera un eco, entré en pánico; tenía la mirada fija en el suelo al ver a ese hombre idéntico a mi padre, solo que con el cabello más largo, y ojos carmesí.

¿¡Señorita!? —
— ¡SEÑORITA!!

Escuchaba las voces de los condes Charles como si estuviera a kilometros de ellos. Mi cuerpo empezaba a sudar, la vista se me puso borrosa hasta que no supe mas de mi.

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Me encontraba en una habitación de la casa, sentada en un rincón abrazando mis piernas mientras que lágrimas y lágrimas bajaban por mis mejillas sin parar.

Señorita, la cena ya está lista — escuchaba la voz de ese hombre detrás de la puerta.

¡De-jeme! ¡N-No tengo ha-hambre! — respondí entre zollosos.

El mayordomo se fue y al cavo de un rato volvieron a tocar la puerta, pero esta vez era la criada.

Señorita Leslie. Debe comer, no queremos que se enferme— . Decía la voz nerviosa de la criada. Decidí acercarme a la puerta y la fui abriendo muy despacio.

¿La hiciste tú?

No, la hizo Sebastian— respondió ella.

¿Y por qué no la hace el chef?— pregunté arqueando una ceja.

Porque él es algo torpe y acaba quemandolo todo — respondió la pelirroja con una sonrisa.

Yo no quiero comer eso —.  Fue lo único que le dije cerrandole la puerta en la cara.

A lo mejor me pasé un poco, estoy en una casa ajena.

La criada se dirigió a la cocina cabizbaja ante la reacción de la invitada.

—No se la quiso comer — dijo ella con pena.

—¡Odio cuando me dan problemas!. Yo no tengo hijos para estar aguantando estas ridiculeces — se quejaba el conde.

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