Chapter VII

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—Está bien, haremos lo que sea para colocarle el colgante—.

—Pero eso no será fácil, él deve pelear con ese demonio por su propio cuerpo —.

—No te preocupes, a él no lo haz perdido aún del todo solo hay que ser positivos— decía el conde sobando mi hombro intentando consolarme.

—¡Qué egoista soy! Yo no te he dicho nada con lo ocurrido con tus padres — lo abracé con una sincera sonrisa la cual correspondió de inmediato.
— Somos muy jovenes para pasar por estas cosas— le susurre al oído.

—No me susurres en el oído, me da cosquillas — respondió el ojiazul con un leve sonrojo estremeciendose en mis brazos.

—Esas no son cosquillas — le volví a susurrar con picardia.

Poco a poco fui desaciendo el abrazo. Ambos sonreimos mirándonos mutuamente y lentamente fuimos juntando nuestros labios. Ciel me besaba despacio dándome a entender que podría ser su primer beso a igual que yo, así  que decidí llevarle el ritmo.

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Poco a poco el beso iba tomando profundidad; Leslie enterraba sus dedos en el cabello de Ciel y este la tomaba de la cintura, la habitación se llenaba del sentimeinto que sentían mutuamente. El sonido de sus labios y los jadeos por parte de ambos, era lo único audible en la alcoba. Antes de que el beso llegara mas lejos, Ciel se detuvo al sentir cosquilleos en su estómago.

—Ya es tarde, tenemos que dormir—.

Después de que Leslie se despediera con una "Buenas noches"; el conde salió sonrojado dirigiendose a su alcoba sin ser visto.

"Mi primer beso"... susurraba la morena tocandose los labios son una sonrisa...

Por otro lado, Ciel se lanzaba en la cama de espaldas con una involuntaria sonrisa.

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Hoy no era una día maravilloso para mi , puesto que seria el funeral de lo único importante que tenía en mi vida. Intentaba con todas mis ganas no empezar a llorar mientras los sirvientes me daban el pésame ,pero me era inútil. Llegaron las cuatro de la tarde, me puse un vestido negro, y tristona, bajé al vestíbulo donde ya estaban los demás esperándome.

—Ya estamos todos, no?— decía el mayordomo supervisando que no se quedaba nadie.
—Pues vamonos— decía cerrando la puerta.

—No te preocupes Lyly, todo estará bien— dijo Ciel dedicandome una sonrisa calmada.
—¿Puedo decirte Lyly? —.

—C-Claro! — respondí devolviendole la sonrisa.

Una vez llegamos al cementerio, se encontraba allí la Reina acompañada de los condes Charles y un señor con cabello largo y blanco aparte de un exagerado flequillo que le tapaba la mitad de la cara apoyándose de la lápida de mi tía.

—¡Su majestad!?. No dijo que estaría aqui— decía Ciel sorprendido.

—Como no iba a venir si somos los culpables de esto — decía Victoria en tono triste.

—No pasa nada su majestad, solo fue un accidente— otra ves me volvían las ganas de llorar. Los condes Charles dieron una reverencia ofreciéndome una disculpa.

—Usted fue muy amable en remodelar mi hogar, pero no debía hacerlo. Me siento como si quemara mis recuerdos— .

"Pero los verdaderos recuerdos ya están quemados".

—Escuchar hablar sobre vosotras que la humildad de ambas sorprendiera a los vecinos, sobre que tu tía era una mujer trabajadora y responsable, no me dejaba dormir por las noches— agregó la Reina con una sonrisa de lado.

—¡Ojousama?!—. Escuché la voz de Agni detrás de mi quien venía cargando el ataúd de mi tía con Bard.

—¡¡¡Leslie!!!—. Sentí como si el grito del Príncipe Soma hiciera estallar mis oídos. Este se me lanzó encima con un fuerte e incómodo abrazo.
—¡¡Lamentamos mucho su perdida!!— decía lloriqueando frotando su mejillas contra la mía. No sabía si corresponder a su abrazo o quitarmelo de encima.

Por otro lado, Ciel se sentia celoso e intentaba no aparentarlo sin lanzarle una mirada asesina, pero era inevitable, Soma era muy "pegajoso".

"¿De qué se conocerán estos dos?"— pensaba él.

—Bueno, ¿Alguien va a decir unas palabras antes de que esté bajo tierra?— . *Los pensamientos del conde  y el espectáculo del hindú fueron interrumpidos por el sepultero*.

—Ya he llorado vastante que creo que ya no me saldrán más lágrimas—. Suspire hondo y comencé mi discurso. —Bárbara Morgan, una joven mujer de solo 38 años que-..

Mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de la campana que estaba atada al ataúd. Todos se sorprendieron y con una palanca, el sepultero abrió el ataúd dejando ver a mi tía sudando y con las manos atadas. Traía un vestido liso color blanco y sin sus bendajes del hospital, parecía que nunca hubiera tenido un accidente.

—¿Que ocurre ? Ni que hubieras visto una fantasma— decía la pelicastaña sobandose las muñecas. Me lancé hacia ella llorando como una niña pequeña y detrás me siguieron los sirvientes y el príncipe Soma.

Después de unos segundos, los demás se separron pero yo seguí con el abrazo.

—¿Ese hombre..? — me susurro Betty con temor refiriéndose al mayordomo.

—Si. Es el demonio .. —

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Durante todo el día, Sebastian no le dirijio palabra a la huesped y ni siquiera le dio el pésame. Este observaba a Betty y a Lyly sin expresión alguna en su rostro cosa que el joven Ciel notó al instante.

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