Capítulo 4

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Llevaba ya dos eclipses alojado en el Aminici, y pese a su escasa estancia, Todd ya se había adentrado en el mundo religioso de Ita, convirtiéndose así en un Aminae. El tiempo necesario para obtener este rango era de un total de cuatro eclipses, pero, el devoto, el entusiasmo y la inteligencia de Todd, permitieron que el pelirrojo se hiciese con el rango antes de tiempo. La envidia por parte del resto de Aminaes fue aumentando con cada cosa nueva que Todd aprendía, desde la más sencilla explicación hasta la más compleja fórmula matemática, pero Todd hacía oídos sordos a todo aquello, aunque en una parte de su mente, disfrutaba del sabor de la victoria y sabiduría.

El Aminici se le empezaba a hacer pequeño a medida que pasaban los días, pero junto al Padre Edwërd, no parecía importarle demasiado. Amaba las tardes que pasaba con él en el jardín, repasando lenguas del extranjero y leyendo leyendas sobre Ita. La comida que preparaba Thom también alegraba sus días. A menudo la comparaba con lo que solía comer junto a su madre Lenia, y las lágrimas hacían mención de salir de sus fieros ojos verdes, pero no, nadie podía saber de su pasado, ni siquiera el Padre Edwërd, ni su mejor amigo Shail. Si alguien descubriese algo, él moriría.

-Thom, antes de venir al Aminici, tendrías una familia, ¿no?

Thom miró a Todd, pensativo. Había mantenido muchas conversaciones con el chico, pero nunca antes habían hablado de su vida privada, y menos de su pasado.

-Sí, tuve una familia, y de hecho la sigo teniendo. Intento visitarla siempre que puedo y tengo tiempo, pero desde que ingresé con los Sectatores, el tiempo se me echa encima.

Todd había cogido disimuladamente unas aceitunas que había por la cocina, y a punto estuvo de atragantarse cuando escuchó aquella palabra.

-¿Ingresaste con los Sectatores?— Repitió, sin creérselo.

-Así es, la gente no es lo que parece Todd, puedo tener el semblante de un cocinero humilde y entregado, pero sin embargo, mi alma oculta mucho más.

Todd asintió. Los Sectatores... cómo en su obra divina pudo llegar hasta ahí.

-Entonces, ¿qué haces aquí? ¿no deberías estar haciendo cosas más importantes?

Thom rió. Su larga carcajada liberó la tensión, pero no fue suficiente para que Todd se calmara.

-Verás, hay varios rangos en la vida de un Sectatore. Hay un total de cuatro; yo estoy en el primero de todos, a quienes se les podría llamar "novatos". Es el más abundante de todos, y realmente, no son muy necesarios, es por eso por lo que éstos pueden trasladarse del Castillo de Aeternus a otras comarcas para rezar libremente.

-Y, ¿cómo hiciste para llegar a ser... eso?

-Desde que nací, fui criado por la mano de Ita, eso es lo que solía decir mi madre. Tenía una gran pasión por nuestro Dios, y cuando vi a los Sectatores por primera vez, desfilando en una de las procesiones de comienzos de Primavera, supe que quería ser uno de ellos. El primer rango era el idóneo para mí; sin ataduras, conocimientos breves pero contundentes, transmitir la palabra de Ita... cuando llegué y logré pasar los requisitos, me dieron la túnica amarilla, la de los Iniciados, y de repente, tuve la sensación de que no era suficiente, necesitaba subir de categoría, estar más próximo a Dios, pero es mucho más difícil de lo que crees.

-¿Cómo son los demás rangos? ¿Qué los hace tan complicados?

-El segundo rango requiere un conocimiento exacto de Ita, para ello, hay que leer cientos y cientos de libros, y no solo leer, sino entender y aprender. Su túnica es verde, y es el rango en el que menos gente hay, porque los que verdaderamente importan, son del tercer y cuarto grado, que normalmente, no les hace falta memorizar todos esos datos, y pasan directamente a la cumbre.
El tercer grado, viste de azul, recibe mensajes de Ita, pero siempre sin ser esperados. Sueñan con él y transmiten lo que él les dice, pero sin tener una visión clara.

-¿Y los de cuarto grado? ¿Los Sectatores Supremos?- Todd se quitó el sudor que se le había acumulado en la frente, y miró impaciente a Thom.

-¿Los ancianos? Ése ya es otro mundo, Todd, mantienen conversaciones fluidas con Ita...- una mirada de tristeza se dibujó en su rostro-. Ellos fueron nuestra salvación.

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