Capítulo 8

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-Tenía una enfermedad incurable. Suspiró Ronan, mientras Tabatha colocaba tazas con agua caliente y azúcar sobre la mesa.

-Vamos a echarle mucho de menos, Ronan, usted no será el único. Hablaba tan bien de vos, siempre que manteníamos una conversación, aparecía de repente en todas ellas, no paraba de pensar en usted.

-Teníamos un fuerte vínculo, lo reconozco. Ni con mi propio hermano me comportaba de la forma que lo hacía con él. Todo va a ser tan extraño sin su presencia... tenía tantas preguntar que hacerle sobre él...

Edwërd se atragantó, trató de no toser, pero no lo logró.

-¿Qu-quién es él?

-Lucius me dijo que tienes una gran amistad con el chico. Hablo de Todd, Edwërd. Me dijo cosas asombrosas sobre él, cosas que solo ocurren cada mucho tiempo.

-¿Cosas asombrosas? Pensaba que le tenía más bien un odio tremendo.

-Y lo tenía, pero yo creo que era envidia. Me comentó lo inteligente que es y como de rápido logró hacerse Aminae, quién no tendría envidia de alguien cómo él.

Edwërd acarició su barba y observó al hombre que tenía justo delante suya. Había cambiado tanto. Su pelo castaño había perdido la fuerza que antes poseía, y sus ojos oscuros se veían tristes y grises. La muerte de su mujer había repercutido en su aspecto, ahora lo único que le quedaba era su hijo y un reino que dirigir.

-El chico está aquí.

Ronan lo miró sin comprender, sosteniendo la taza por el asa.

-Todd, él ha venido conmigo para darte la noticia.

Los ojos del Rey brillaron por un momento, pero pronto volvieron al oscuro marrón de siempre.

-¿Ha venido con usted? Tabatha, dígale que pase, se estará aburriendo esté donde esté.

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Todd se sentía incómodo con su presencia.
Probablemente era porque jamás había tratado con alguien de tan alta cuna, o simplemente porque el chico no paraba de hacerle preguntas.

-¿Y habéis venido desde tan lejos solo para avisar de que uno de los vuestros ha muerto? Caray, debe de ser alguien muy importante.

-Era el primo de su padre, Principe Allan, ambos se tenían un gran aprecio.

Se quedaron callados por unos segundos, pero luego Allan continuó hablando.

-Recuerdo haber escuchado tu nombre antes. Mi padre y ese Lucius no paraban de hablar de ti a todas horas. No se lo digas a nadie pero, decían que quizás tú eras el elegido.

Todd sintió un escalofrío recorrer su espalda. Recordó como mataba a su prima con aquel anillo que aún llevaba puesto. Recordaba la cara de su tía, tras haber visto el demonio delante suya. Él era el elegido.

-Eso es imposible... ¿me estás comparando con uno de esos Sectatores?

-No con uno cualquiera, sino con el Supremo. Piénsalo, tú harías de nuestro reino un lugar más seguro, vivirías aquí, con nosotros, serías el nuevo Sectatore Supremo... hace más de treinta eclipses que no tenemos uno. Tú serías nuestra nueva luz en la penumbra.

-Pero, ¿cómo pueden estar tan seguros de que yo pueda ser algo semejante?

-Hablas en sueños. En sueños hablas con alguien. Lucius te escuchaba casi todas las noches desde la otra habitación. Solo respondías con leves palabras, pero eran suficientes para mantener una conversación. Piensan que hablas con Ita.

Todd sabía que hablaba por las noches, desde que llegó al Aminici notaba que dormía menos, y que se levantaba con frecuencia de la cama, con el cuerpo rociado de sudor y con las pulsaciones agitadas.

Recordó aquel tono de voz que le susurraba su nombre oculto. "Todd"

-Eso es imposible. Dijo entre un susurro.

- Y hay más, también hablaron sobre una presencia...

Tabatha abrió las puertas que daban lugar al jardín, y Todd dio gracias a Ita por no seguir escuchando las verdades que aquel chico le estaba contando.

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-Allan, ¿se puede saber qué haces aquí?— dijo Ronan a su hijo, mientras observaba disimuladamente al muchacho que se encontraba junto a éste.

-He estado hablando con Todd, haciéndole compañía. Me parecía inadecuado dejarlo en el jardín solo a estas horas de la luna.

-Está bien. Tomar sitios, hijos.

Todd se sentó junto a Edwërd, y con manos sudorosas, tomó un vaso de agua de la mesa.

-El paso de la Tierra a la Paz de Lucius lo realizaremos dentro de un sol, y cuando éste se esté ocultando. Será aquí. Mandaremos un par de caballeros del castillo para que transmitan la noticia a los de tu Aminici.

Edwërd aceptó, pensativo, mientras escuchaba las fuertes y elevadas pulsaciones del pelirrojo. Se giró para observarlo, y vio que su rostro, normalmente rojo y vivo, estaba ahora pálido y vacío.

-Todd, ¿te encuentras... —pero antes de que pudiese terminar la pregunta, el anillo de Todd desprendió una luz blanca, demasiado intensa para la retina de los allí presentes.

Una vez hubo cesado los gritos de asombro y aquella luz, abrieron los ojos.

Todd estaba tirado en el suelo.

Con un espectro blanco y sin rostro sobre su abdomen.

Ita.

"Todd" susurró.

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