Alguien había muerto
Y Edwërd sabía quien.
El padre Lucius llevaba varios soles enfermo. Apenas comía y andaba. Su salud iba empeorando con cada rayo de luz que asomaba por su ventana.
Había sido muy querido por todos sus hermanos los Aminaes. Pero sin duda alguna, el que más aprecio le tenía, era el Rey Ronan.
No solo porque eran primos cercanos, si no porque la unión que les mantenía en contacto, a pesar de verse muy pocas veces al trimestre, aumentaba con cada abrazo que se daban cuando se reencontraban. Edwërd nunca le había preguntado a qué se debía esa familiaridad y bienestar, si uno había acabado siendo el hombre más rico de la comarca y el otro un Aminae alejado a miles de millares de pasos de la ciudad... ¿qué mantendría ese lazo tan estable?
Ita, se dijo. Ita logra unir a las personas sin importar el nivel de vida de los demás. Seguro que tendrían miles de cosas sobre las que hablar cada vez que se reunían. Lucius le hablaría de su vida en el Aminici, de cuan extraño encontraba al chico pelirrojo de verdes pardos ojos, de como intuía que algo poderoso y feroz había dentro de él... El rey, sin embargo, presumiría de los Sectatores que residen con él en el castillo, y de que como rezan por él y por sus hermanos los Aminaes. Hablaría de su querido y futuro rey; su hijo; y de su esposa muerta.
<Lo lamento mucho, Ronan, ojalá Ita le hubiese permitido un poco más de tiempo con nosotros> se dijo.
Edwërd notaba la mirada inyectada de inquietud de Todd sobre su rostro.
-Es el Padre Lucius, ¿verdad?
El hombre barbudo asintió en silencio, y escuchó pasos que provenían del comedor.
Era Shail.
-El Padre Lucius ha muerto. Debemos llevar como mínimo a dos hermanos al Reino de Aeternus para avisar al Rey.
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Sectatore
Fantasy"Todd...", aquella palabra no paraba de martillear sobre la cabeza del joven desde que llegó al Aminici, decidiendo tomarla así como su nuevo nombre. De no haber sido por Ita, su futuro no hubiese tenido sentido, y ahora no sería uno de los hombres...