Caramelo Macchiato

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Por lo nublado de su visión, Bakugou no pudo reconocer a la persona que acababa de entrar

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Por lo nublado de su visión, Bakugou no pudo reconocer a la persona que acababa de entrar. Pero lo que si tenía claro era que no era alguien familiar. Solo él tenía una copia de la llave de la pequeña sala de reuniones. Ni siquiera sus empleados del piso quince.

- ¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí?- dijo el sujeto, mientras cerraba la puerta tras él. Su voz tenía tintes de burla, haciendo que el rubio en el suelo frunciera el ceño.- es el indomable gerente del área de desarrollo.

Era un beta. Eso lo tenía seguro. Pero no parecía tener buenas intenciones. Intentó levantarse del piso, pero debido a la poca fuerza que tenía no llegó muy lejos. El hombre se acercó lentamente hacia su persona, agachándose. Amorosamente acarició su cabello rubio, haciendo que se sobresaltara por el miedo.

- ¡No me toques, asqueroso!- gritó con furia. Molesto, el hombre jaló de su cabello con brusquedad para azotar su cara contra el piso.

Comenzó a temblar de rabia. El golpe lo recibió en su frente y nariz, haciendo que comenzara a lagrimear por sus ojos, cerrándolos con fuerza. Escuchó una siniestra y suave risa.

- Estando débil por el celo...e intentas defenderte todavía.- aún agarrado por el cabello, comenzó a aplicar presión sobre la cabeza, el rubio solo atinó a voltearse para darle una mirada feroz a su atacante.

Aquel desconocido era un chico del área de soporte. Y un gran admirador de la belleza de los omegas. Siempre queriendo uno exclusivo para él pero el destino quiso que no fuera así, haciéndolo un común y corriente beta. Pero nada lo detendría. Y sintiendo admiración por Rei y Enji, creyó que era posible.

Intentó una y otra vez, pero sus oscuros deseos hacían que sus parejas huyeran antes de dar rienda suelta a sus mas oscuras fantasías, y muchas veces tuvo que forzarlas.

Todos sus amantes tenían algo en común: todos querían irse después de mostrar el monstruo que era.

La mano libre del hombre comenzó a recorrer con cuidado la espalda del omega. Al rubio se le removió el estómago. Todo su cuerpo estaba sensible por el celo inducido, por lo que era inevitable reaccionar a sus caricias. Odiaba sus traidores instintos, haciendo palpitar sus partes bajas, dilatándose y secretando lubricante naturalmente.

Exigiéndole una polla en su interior.

Pero, ¿Qué era más intenso que la imperiosa necesidad para reproducirse? Bakugou lo sabía. Se removió otra vez con violencia, haciendo enfurecer a su atacante. En respuesta, golpeó una y otra vez con puño cerrado las costillas del rubio.

Si, había en los omegas una necesidad prioritaria, y esta era la de sobrevivir. Y bajo peligro, el instinto aumento la adrenalina en su cuerpo. De un rápido movimiento, da un certero codazo en la nariz de su atacante, dejándolo aturdido e inclinándose hacia atrás. Aprovecho la oportunidad para arrastrarse por el piso e intentar escapar.

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