–Roosevelt, gracias por venir desde Alemania –Dijo Antonia, mientras caminaba en su anterior escondite rompiendo ramas a su paso –, no sé qué hubiera pasado si Regina no dudara en que tu mandaste a esos hombres, así yo nunca me hubiera dado cuenta de que hablaste con Layla, ni mucho menos, de que estuviste aquí en México.
–No es nada –Dijo Roosevelt, así como todos los
demás, desanimado.
–Valeria, vámonos –Decía la madre de Manuel.
–Gracias –Dijo él chico. La Sra. Asintió y se llevó a Valeria, para que después Manuel cerrara la puerta principal.
Retrocedió unos pasos, hasta que la furia se le subió a la cabeza, provocando que comenzara a destruir cada esquina de su departamento.
Horas después…
Tomó su bolso, estaba a punto de salir, cuando Roosevelt la detuvo.
–Voy a buscar a mi hija –Dijo Antonia.
–Antonia… es tarde, no puedes hacer nada por ella –Dijo Roosevelt.
–Sí. Buscarla.
–No, ella esta…
– ¡No está muerta! –Gritó Antonia.
Roosevelt la soltó del brazo y Antonia se dirigió hacia Dagna y Regina.
– ¿Dónde está ese bosque al que a Layla le gusta ir? –Preguntó.
–Si quiere la acompañamos –Dijo Regina.
–Sí, mejor.
– ¿No cree que sería mejor llevar a Snoopy? –Preguntó Dagna –. Si le damos una prenda de Layla, para que así la huela y nos ayude a encontrarla más fácilmente.
Había una razón por la que Dagna y Regina le seguían creyendo a Antonia. Esa era por supuesto que sabían que Antonia era una mujer fuerte y si no caía fácilmente era porque decía la verdad.
–tienes razón.
Tomaron a Snoopy y salieron hacia el bosque en busca de la ahora supuesta muerta. Después de media hora de intensa caminata, comenzaron a adentrarse en el bosque rápidamente. Snoopy olfateaba cada árbol. Antonia estaba atenta a cualquier movimiento o cualquier ruido. Dagna y Regina se lanzaban miradas incrédulas, comenzaban a ver imposible el encontrar a Layla en algún lugar, así que lo llevaban muy presente, para no llevarse una desilusión.
– ¡Para! –Gritó Eleanor.
–Es que, ¿Cómo es posible? –Preguntó Jorge gritando y caminando por todos lados.
–Mira, yo no quiero aguantarte a ti, yo no soy esa Catalina. Así que me voy y deja a Layla en paz, aunque este muerta.
Eleanor se alejó. Caminaba por la acera, suspiró frustrada y miró hacia un chico que salía furioso de un gran edificio. Era obvio que lo conocía así que caminó hacia él.
– ¿Cómo estás? –Preguntó mientras caminaba a su paso.
–Mal ¿Qué no sabes? –Preguntó Manuel mirándola –. Yo maté a Layla.
–Eso no es cierto.
–Sí. Y tú ¿Por qué lo dices? Ni siquiera estuviste ahí –Dijo Manuel groseramente –. No viste cuando yo lancé la granada que le dio la muerte a Layla. No viste cuando Antonia me golpeaba furiosa. Tú no sabes nada.
–No, pero hay una cosa que si sé –Manuel la miró confundido –. Que no serías capaz de matar a un perro. Así que fue un accidente y no debes de estar culpándote todo el tiempo.
–Es que si solo hubiera escuchado a Antonia.
Caminaron entre dos árboles más, cuando Antonia se detuvo mirando algo que estaba entre las hojas. Más bien, era alguien. Cada una se agachó al lado de aquella persona. La hicieron girar, ya que estaba boca abajo. Miraron la cara y Dagna pegó tremendo grito que hiso que Antonia se sobresaltara y aquella persona despertara.
– ¡Jahir! –Exclamó Antonia –. ¿Qué haces aquí?
– ¿Dónde está Layla? –Preguntó el chico mientras se incorporaba.
– ¿Layla? ¿Layla estaba contigo?
–Sí. Ella fue quien me trajo aquí.
–Pero… ella murió –Dijo Regina.
–No. Ella me trajo hasta aquí –insistió el chico –. Dijo que iba a ir ayuda, salió corriendo y yo no he despertado hasta ahora.
–Voy a buscarla. Ustedes lleven a Jahir al hospital –Dijo Antonia poniéndose de pie.
Regina y Dagna obedecieron, apoyaron a Jahir en sus hombros y salieron del bosque sin dificultades. En cambio, Antonia decidió adentrarse más. Siguió su caminata, junto a Snoopy. El perro no dejaba de olfatear y Antonia, seguía atenta a cualquier movimiento. Minutos después, este tan esperado, llegó. Antonia giró rápidamente y Snoopy comenzó a ladrar. Corrieron hacia el lugar en el que se dio el movimiento, la señora esperaba ver a una chica, delgada y débil, pero se encontró con todo lo contrario. En medio de un claro estaba en señor grande y fortachón. Antonia se sobresaltó el verlo, pero él indicó con sus manos que no gritara.
– ¿Busca a la señorita Layla verdad? –Preguntó. Antonia asintió temerosa –. Tranquila. Vino al lugar correcto. Ella corrió pidiendo nuestra ayuda, nosotros la perseguíamos, pero comenzó a correr más fuerte y la perdimos.
– ¿Nosotros? –Preguntó Antonia –. ¿Hay más personas con usted?
–Solo mi compañero.
–Bueno, tal parece que mi hija también se perdió, porque encontramos al chico con el que venía.
–Bueno, pues andando a buscarla –Dijo aquel hombre –. El perrito nos será de mucha ayuda.
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Positive vibe (...Continuación)
RomanceLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...