Jahir se quedó sin aliento. Esas palabras retumbaban en sus oídos queriendo hacer más daño del ya hecho.
Caminó entre esas hierbas sin cortar y ese césped descuidado. Antonia la seguía en compañía de aquel hombre valiente.
–Aquí es –susurró Dagna – Hasta aquí los seguí.
–Muy bien hecho –susurró Antonia –, ahora ve por ella y aléjense.
–Pero…
–Pero nada. ¡Roosevelt! ¿Estás listo?
Aquel hombre asintió. Sacó un arma, se la arrojó a Antonia, para después sacar otra para él.
– ¿Los cartuchos?
–Aquí están –se los arrojó.
Obscureció. Antonia y Roosevelt seguían tirados observando la casa que estaba a sesenta metros de ellos. De pronto observaron que tres chicas salían escoltadas por seis hombres. Aquellas vestían con unos vestidos muy cortos y ajustados, pero a Antonia solo le interesaba la pequeñuela temblorosa de en medio. Su corazón se aceleró. Layla miró a su alrededor, pero no se percató de la presencia de su madre. Antonia estuvo a punto de echarse a correr, Roosevelt la miró asustado, para después detenerla.
– ¡Tranquila! –susurró.
Subieron a Layla a la camioneta que las esperaba a unos metros. La chica no se imaginaba lo que le harían, solo pensaba en la manera de que Jahir y ella salieran con vida, o al menos solo Jahir, que era lo único que le importaba en esos momentos.
–Layla, mi pequeña y dulce Layla –Dijo Iker quien estaba en el asiento de copiloto –. Apuesto a que quieres saber que te haremos.
Layla no dijo nada. Margaret la miró, Layla le contestó la mirada.
–No querrás saberlo –dijo con una vez que apenas logró escuchar Layla, quien se encontraba al lado de ella.
–Dime –Dijo Layla duramente.
–Bueno, Ernest con sus acciones, te regaló a mí. Pero el quedó con una deuda pendiente, tu cuerpecito la saldará –Dijo Iker sonando divertido. Layla cerró los ojos dejando salir un par de lágrimas de cada uno –. No, no, no. ¡Correrás el maquillaje!
– ¡Y eso que importa! –Gritó Layla –. Eso que importa.
Iker le dio una bofetada. Layla lo miró con mucho mas odio, no podía soportar que la manejara como él quisiera. Iker le sonrió queriendo parecer dulce, pero no parecía más que un psicópata.
– ¡La golpeó! ¡La golpeó! –Antonia se alteró.
–Antonia no…
–No, yo lo mato –Dijo Antonia. Se puso de pie y comenzó a correr. Roosevelt la siguió elevando el arma –. Muere, perro.
Comenzó a disparar hacia los asientos delanteros de la camioneta. Iker se agachó. Una de las balas fue a dar a la garganta de Homero, el chofer.
Roosevelt se encargó de los hombres que poco a poco salían de la gran casa.
Iker sacó su arma y abriendo la puerta apuntó a Antonia en la cabeza, mientras ella hacía lo mismo. Margaret, Isa y Layla salieron de la camioneta corriendo.
–Ve por el chico –Dijo Margaret –. Isa, vamos por armas.
Layla corrió alrededor de la casa buscando una entrada que no sea por la que se disputaba la pelea. Por suerte encontró la entrada trasera. Trató de abrir la puerta, era imposible. La pateó una y mil veces, hasta que el candado de adentro pareció haberse caído. Layla la pateó una vez más y esta se abrió de golpe. Los nervios traicionaban a la chica que nerviosamente, corría sin una dirección precisa.
–Layla, por allá –Dijo Margaret quien se encontró con la chica por un pasillo e indicó el lado contrario por el que Layla corría.
Layla asintió y regreso, disparada, fue a buscar a Jahir. Abrió la puerta de la habitación, el chico se sobresaltó al verla entrar de golpe.
–Vámonos –Dijo Layla poniéndolo de pie.
– ¿Qué pasa afuera?
–Lo verás con tus propios ojos, pero vámonos.
–No sabes lo que estás haciendo, suelta el arma –Dijo Iker.
Un hombre llegó y apuntó con el arma a Antonia por la espalda. La señora soltó el arma de inmediato. Iker salió disparado hacia la casa. Antonia se sentía decepcionada de ella misma.
Layla se abría paso entre los trabajadores que salían hechos una bala por las diferentes puertas. Jahir se apoyaba en sus hombros, lo que impedía que Layla corriera. Caminaban detrás de un hombre fuerte y alto que estaba armado. Este no se daba cuenta de que esos dos escapaban así que no les impedía hacerlo. Iker dobló la esquina del pasillo, Layla lo miró con los ojos hechos como platos, y se metió a la primera puerta que vio. Sentó a Jahir en el piso y desprendió un fierro que estaba por caerse de la ventana. Este estaba afilado por la parte del extremo.
–Tenemos que escapar –Dijo Layla elevando el fierro.
–Y lo peor de todo es que sabes perfectamente que no hay ninguna posibilidad –Dijo Jahir. Layla lo miró, para después mirar al piso. Eso fue un golpe duro.
El picaporte giró. Layla lo miró asustada. La puerta se abrió lentamente e Iker entró por ahí.
ESTÁS LEYENDO
Positive vibe (...Continuación)
RomantizmLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...