Sonrió de lado, haciendo de una travesura, una habilidad. Paró de una vez por todas, puso las dos manos en la parte que sobresalía de aquel fierro que tantos dolores ya le había llevado. Cerró la boca apretando sus dientes y haciéndolos crujir. Con la más fuerza del mundo, sacó el fierro de su pierna, sintiendo primero dolor, después alivio y segundos después, de nuevo dolor.
Caminó en busca de agua. El dolor era intenso, los mareos se habían ido, pero ella sabía que volverían en cualquier momento. Con su pierna sangrando y con una herida en la cabeza, la chica comenzó a agacharse y tocando la tierra, se dio cuenta de que estaba cerca de un lago. Unos pasos de más le propiciaron información. El lago estaba en frente de ella, provocándole una hermosa sonrisa, con hoyuelos y ojos entre cerrados.
Aquel lago era mucho más grande y mejor al que Layla y Jahir acostumbraban a ir. Tenía una grande y hermosa cascada de agua cristalina, además el lago estaba rodeado de flores silvestres de todos los colores, lo que le daba una tonalidad de elegancia y más frescura.
Layla metió solamente la pierna lastimada, la lavó bien y una vez que la suciedad se fue, se dio cuenta que la herida era más grande de lo que creía. «Tal vez habría estado mejor si me hubiera quedado con aquellos hombres raros» Pensó. Sacudió su cabeza dejando a un lado sus pensamientos, pero eso solo le provocó dolor, dolor y más dolor. Accedió en meter su cuerpo completo al agua, dejó su pistola y aquel fierro que ahora le servía como arma, a la orilla del lago. Retiró la peluca y también la lavo, quitándole el barro.
Días después…
Despertó. Pensó que tal vez sería un día agradable, en donde le dirían que encontraron a Layla y que ya no hay nada de qué preocuparse, de que todo había acabado. Nada parecido a eso. Las noticias eran las mismas “La última vez que vieron a Layla, ella huyó, ahora Antonia y los guardabosques continúan con su búsqueda”. ¿Eso de que le servía? ¿Para tranquilizarlo? No lo creo. Solo le daban mas preocupaciones, pero él sabía que entre más rápido estuviera recuperado, pudiera ir a buscar a la chica.
Dagna entró a la habitación haciendo el mayor ruido posible.
–Hola Jahir –Dijo sonriente.
– ¿Encontraron a Layla? –Preguntó el chico de inmediato borrándole la sonrisa a Dagna.
–No. Pero han encontrado aquel fierro que, según dice Antonia, tenía encajado en su pierna. Solo eso. Lo demás ha desaparecido junto con ella.
– ¿Dónde lo encontraron? –Preguntó Jahir.
–Cerca de el camino en la carretera –Dijo Dagna –. Creen que ella ya ha salido del bosque.
«Eso me servirá para desviarlos» Pensó Layla. Ella creía que Antonia y los guardabosques eran la razón por la que huía, desde antes. Los recuerdos no le aclaraban todo, ya que eran escasos y creía que Lucas y Norberto la habían abandonado y por eso no ayudaron a Jahir. Apoyándose en una gran rama resistente, caminaba ya sin dificultad. Se había acostumbrado al dolor, aunque este la debilitada mucho.
«–Soy Iker.
»–Bueno, usted, Iker. Salgamos y yo le puedo dar la información que pide de Roosevelt, pero suelte a mi familia –Dijo Layla segura de lo que estaba diciendo.
»–No. Me lo dirás aquí. »
«– ¿Dónde estoy? –Gritó, suspiró, trató de calmarse y susurró: –No recuerdo nada.»
«Layla se encontró en un pasillo, caminó a lo lardo de él guiada por los gritos. Llegó a la puerta de un cuarto. Este tenía una ventana grande de vidrio, por dónde Layla observó que le pegaban a Jahir con un látigo. Este elevó su cabeza y pudo ver a la chica que golpeaba el vidrio con brusquedad, ya que la puerta estaba cerrada con seguro.
»– ¡Déjenlo! ¡Lo van a matar! ¡Déjenlo! –Gritaba Layla con lágrimas en las mejillas.
»–Les ordeno que paren si me dices donde se encuentra Roosevelt –Dijo Iker atrás de la chica.»
Se incorporó rápidamente, había caído al suelo. Cerró los ojos fuertemente. « ¿Me secuestraron?» Se preguntó. Todo le parecía aún más confuso. Estaba deseosa de saber la verdad. Tal vez si salía de aquel bosque la podría conseguir. Miró a su alrededor, para después comenzar su caminata hacia la carretera.
En busca de Layla, Roosevelt salió preparado para cualquier cosa. Nathan había decidido acompañarlo, pero Roosevelt se opuso, así que caminaba solo. Como había aclarado Antonia, la casa de Paula quedaba cerca del bosque, así que Roosevelt emprendió su camino sin reparos y sin queja alguna. En cambio, Layla se veía orillada a parar ya que estaba muy débil y estaba a punto de caer. Giró rápidamente su cabeza y eso la mareó, provocando que casi diera al piso, pero algo lo impidió.
– ¿Está bien señorita? –Preguntó Roosevelt, quien sostenía a Layla.
–No. Debo ir a un hospital –Contestó Layla. Un recuerdo la bloqueó por completo, solo podía ver a Roosevelt exclamar algo con felicidad al ver su cara.
«– ¿Tu como sabes lo que pienso?
»–Tus ojos me lo dicen todo. Tus ojos me dicen que lo que más deseas es matarme.
»–Mis ojos no hablan.
»Layla elevó aquel fierro, al mismo tiempo de que Iker intentaba besarla. La chica le hundió el fierro cerca de las costillas, sin querer. Aquel hombre cayó de rodillas.»
– ¡NO! –Gritó Layla. Roosevelt dejó de hacer exclamaciones de felicidad y la miró desconcertado –. ¿Quién diablos soy?
Antes de que Roosevelt respondiera, una camioneta se paró al lado de ellos. Antonia estaba al volante.
Minutos después, iban sentados en la camioneta. Todos callados, para Layla, el silencio era incomodo, ya que según ella, no los conocía.
–Soy una asesina –Dijo.
Antonia la miró por el retrovisor.
–No lo eres –Dijo.
–Si lo soy. He recordado. Maté a un hombre –Dijo Layla –. Mate al hombre que me secuestró.
– ¿Ya recuerdas todo? –Preguntó Antonia confundida.
–No. Solo el secuestro y… como maté a aquel hombre –Dijo Layla –. Todo lo demás se ha borrado de mi memoria.
Permanecieron callados en el transcurso hacia el hospital, a veces Layla preguntaba cosas sobre su vida.
– ¿Y esta camioneta? –Preguntó Roosevelt mirando a Antonia.
–La he tomado prestada por el padre de Roberto –contestó Antonia sin dejar de mirar hacia la carretera.
– ¿Ustedes son mis padres? –Preguntó Layla mirando a cada uno.
–No. Yo soy tu madre, él es solo el amigo de tu papá –Dijo Antonia, diciendo las últimas palabras con crueldad.
«’–Aquel que había sido traicionado, tenía derecho a torturar al traidor »«– ¡Que lastima que tu amigo no quiera quedarse a jugar con nosotros! »«–No quiero tu perdón, rogué por él, pero tú no me lo otorgaste. Ahora solo quiero que pagues por lo que me has hecho.»«–Mírame como estoy, me has vuelto loco Layla, ¡Me has vuelto loco!’ Tapó sus oídos, pero era imposible, esas voces estaban dentro de ella. »
– ¿Dónde estaba? –Preguntó Layla.
– ¿Cuándo? –Preguntó Antonia mirándola por el retrovisor.
–Cuando esas voces estaban adentro de mi cabeza. Siento como si me hubieran hecho daño. Yo estaba en una casa con sangre y…
–Esa es tu casa –Interrumpió Roosevelt.
–Entonces… ¿Si soy una asesina? –Preguntó Layla viéndolo.
–Entiende que no –Dijo Antonia un poco impaciente.
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Positive vibe (...Continuación)
RomansaLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...