Sonrió. Antonia se quedó unos minutos más para después irse. Layla se recostó en la cama y comenzó a mirar el techo. Se preguntaba muchas cosas, aunque todo se aclaraba al recordar todo lo que Antonia había relatado.
Entró hecha una bala. Parecía dirigida solo por la preocupación. Jahir se incorporó mirándola asustado.
– ¡Mira que te han hecho! Si te hubieras ido conmigo a Inglaterra nada de esto te hubiera pasado –Dijo Helena. Jahir revoleó los ojos.
–Sí, lo sé. Pero ¿Te has puesto a pensar que quien sabe que le hubieran hecho a Layla? –Preguntó Jahir –. A lo mejor ella terminaría matándose a no ser que yo le hubiera dicho que la muerte de ese hombre fue accidental.
– ¿De qué hablas? –Preguntó Helena.
Jahir habló de todo lo que pasó.
– ¿Dagna? –Preguntó Layla mirando a la chica que acababa de entrar.
–No, Regina –Corrigió la chica –. Ya veo que es verdad que no recuerdas nada.
–Bueno, solo un poco –Dijo Layla dándole importancia a lo que acababa de recordar hace unas horas.
– ¡Me alegro! Solo vine a dejarte esta jarra de agua –Dijo poniendo ese objeto en la mesa que estaba al lado de la cama –, y a decirte quien soy.
–Gracias.
Regina asintió con una sonrisa en su rostro y salió al instante de la habitación. Apenas cerraba la puerta, cuando una mujer lo impidió y entró a la habitación rápidamente. Parecía enfadada.
– ¿Y tu quien te crees? –Preguntó mirando a Layla con una gran fuerza –. ¡Has puesto en peligro a mi hijo!
– ¿Y quién diablos es usted? –Preguntó Layla.
– ¿Por qué no te desapareces? –Preguntó Helena.
–Eso intentaba, créamelo señora, pero Antonia no me lo permitió –Dijo Layla.
–Mi hijo no ha estado más cerca de la muerte que cuando te sigue a ti.
–Ah! Usted es la mamá de Jahir.
–Y tú eres la culpable de todo. Tú debiste de haber recibido esos latigazos, en vez de mi hijo.
– ¡Cálmese señora! La mayoría de las palabras que usted dice es verdad. Pero yo no tengo la culpa de que siempre pasen las cosas malas a mí alrededor.
–Sí lo eres.
–Yo no soy a la que esos hombres perseguían, por si no lo sabe. Perseguían a Roosevelt –Dijo Layla subiendo el tono de voz y pareciendo enojada –. Además ¿con que derecho viene a gritarme?
–Con el derecho de que soy la madre del chico al que siempre le hacen daño por culpa tuya –dijo Helena a punto de salir de la habitación – Una cosa más. Aléjate de Jahir.
«– ¡Déjenlo! ¡Lo van a matar! ¡Déjenlo! –Gritaba Layla con lágrimas en las mejillas.
»–Les ordeno que paren si me dices donde se encuentra Roosevelt –Dijo Iker atrás de la chica.» Volvió a recordar. Miró al piso y asintió.
–Tal vez tiene razón –Susurró Layla una vez que se encontraba sola en el cuarto –, tal vez todo es por mi culpa. Si yo no hubiera conocido a Jahir, su vida seguiría siendo normal y no hubiera pasado por todo esto.
–Nunca utilices el “hubiera” –Dijo un chico entrando en la habitación.
– ¿Quién eres? –Preguntó Layla mirándolo.
– ¡Que rápido te olvidas de tus amigos! –Dijo el chico desconcertado –. Soy Roberto.
–Lo siento, solo recuerdo un poco. He perdido la memoria.
–Pues encuéntrala –bromeó Roberto.
–Lo dices como si fuera tan fácil –Dijo Layla. Roberto rió.
Antonia caminaba con dos cafés en las manos, cuando una señora pasó enfadada y sin querer le tiró los cafés. Antonia la miró enojada y la señora se disculpó.
–Perdone –Dijo apenada.
–No es nada, Helena ¿verdad?
–Sí. ¿Quién es usted? –Preguntó ella.
–Antonia, la mamá de Layla.
El rostro de Helena cambió de apenado a indignado. Se dio la vuelta y se fue sin decir más. Antonia la miró pareciendo declararla loca, y sin tomarle importancia recogió los recipientes de café que seguían tirados en el piso.
Salió de la habitación y Layla se paró inmediatamente tomando el bastón que estaba en la esquina. Se apoyó en él y salió de la habitación yendo al lado contrario por el que se había ido Roberto. Llegó a la salida trasera del hospital ¿Se le había vuelto costumbre salir por aquellas puertas?
– ¿A dónde vas? –Preguntó un hombre que apenas salía de su auto.
Un mareo al voltear a ver rápidamente a ese hombre hizo caer al suelo a la chica, golpeándose la cabeza provocando que comenzara a sangrar. En aquella banda que llevaba la cabeza comenzó a hacerse una gran macha roja.
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Positive vibe (...Continuación)
RomantizmLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...