Vivo de noche entre trenes, tus besos y el dulce bailoteo de tus dedos sobre mi piel desnuda. Vivo en cada una de tus respiraciones entrecortadas y en la más sincera de tus sonrisas. Vivo entre tus abrazos y en el vacío que dejas en la cama cuando te marchas. Vivo entre sábanas, bajo el sol que nos iluminó esa tarde de domingo y en todos esos relojes que marcan la hora pero que para nosotros no marcan el paso del tiempo.
Por eso déjame seguir vagando como un fantasma entre tus brazos. Y al caer la noche susúrrame al oído que quieres recorrer todos los bares polvorientos de Europa conmigo y hacerme el amor en cada nuevo amanecer. Entre choques de dientes y copas de vino barato. Y al despertar, junto a los primeros rayos de sol colándose por las ventanas, susúrrame al oído que no necesitas nada más y recuérdame que juntos, mejor, y que somos imparables.