Recuerdo cuando los Jueves eran los mejores de la semana. Despertaba con energía y con ganas de comerme el mundo. Ilusión en las venas y un poco de Rock sonando por los altavoces de mi mini cadena. Nada podía parar ni ralentizar mis pasos. Porque avanzar era mi mayor propósito.
Pero ahora es mi única opción y todo de lo que soy dueña. Los jueves me parecen pesados, eternos. Y la eternidad, la verdad, es que me da hasta un poco de asco.
He preparado el equipaje hacia ningún lugar sin tan si quiera pararme a respirar, porque todos mis suspiros se han quedado contigo, de la misma forma en la que lo han echo la calidez tenue y mis palabras. Y de esta forma disculpo mi temblor al escribir, párrafos melancólicos y agonizantes. Aunque quizás se trate solo de frío, pero llevados a palabras ya dichas, para mi se trata de la misma metáfora. Porque todo te lo has quedado tú. Por eso volver a aprender a hablar me está costando mas de lo que pensaba.
El tiempo todo lo cura, o todo locura.
Como de costumbre los cigarrillos van y vienen, algo así como tus idas y venidas, haciéndome sentir como en casa, aunque haya tenido que mudarme a toda prisa, de tus brazos hasta la nada. Pero por lo menos no me siento confusa, aunque tampoco liberada. Porque mi libertad siempre estuvo presente, en nuestras tardes y en nuestras madrugadas.
Hoy solo me apetece beber hasta caer rendida, porque de otra manera no puedo encontrar la paz que me merezco. Y si hablamos de merecer, sé que no es que tú no me merezcas, es que yo no me merezco esto.
Porque dados a apropiarnos, ojalá al quedártelo todo lo hubieses echo de verdad, y no de esta forma falsa y mezquina. Ojalá también te hubieses llevado mi dolor, junto al tuyo, para que de alguna forma por fin pudiéramos estar juntos, bailando un tango hasta que las últimas notas quedaran suspendidas en el aire. Con voces entrecortadas, con respiraciones forzadas. Sin represiones ni apuñaladas, por que aunque fuese de cara y sin espalda, tus palabras como cuchillos, de la misma forma se clavaban.