Podría hacer una bonita metáfora de cómo me sentí. Como esperé a que el semáforo dejara de estar rojo para seguir mi camino. Como ahora que el tiempo de espera ha pasado puedo cruzar y alejarme de él. El eterno viajero, aquel que no encuentra su hogar y necesita seguir cogiendo trenes y perdiéndose en estaciones. Porque más que una opción es una necesidad. Una necesidad de liberarse, de salir una vez más a respirar el aire de las ciudad, que aunque huela a continuación nos hace sentir limpios. Siempre me ha gustado pensar que cuando alguien aparece en nuestra vida lo hace por algún motivo. A veces ni si quiera nos damos cuenta de que debemos hacer para romper las cadenas que nos atan. Pero un día te despiertas y a todo lo que era oscuridad desaparece. La luz ciega tus ojos y sabes que es tiempo de partir. Esa es la señal. La luz verde, 'el alto que ya voy'.
Porque a veces caemos en la falsa leyenda de la otra mitad. Nos sentimos incompletos y buscamos desesperadamente alguien que nos haga sentir completos. Sin darnos cuenta de que nosotros somos la mejor herramienta. Los propios artistas pintando de sombras y luces nuestra mejor obra: nuestra propia existencia.
Así que haz las maletas, escribe las debidas despedidas y extiende tus alas. Porque siempre están ahí. No dejes que nadie las empequeñezca. Porque son parte de ti, y por mucha fuerza que alguien use para arrancarlas jamás lo conseguirá.
