Capítulo 19

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Los días siguientes todo fue miel sobre hojuelas, todos sabían que estaban juntos y prácticamente habían hecho una fiesta para celebrarlo, Andrei había tomado la cama de Hernán como propia y había trasladado prácticamente todas sus cosas a su habitación puesto que era ahí donde pasaba todo su tiempo.

Hacían el amor cada vez que podían, Andrei no mentía cuando bromeó con querer ganar experiencia y Hernán no podía tener suficiente de él, tampoco el castaño, por lo que ninguno de los dos era mezquino a la hora de intimar. 

Andrei había aprobado con nota casi perfecta la presentación que le había dedicado al moreno y Hernán había comenzado a rendir los exámenes que habían sido postergados por su lesión obteniendo buenos resultados; ya tenían ideas para los montajes que les quedaban por presentar y ambos habían prometido no mencionar el tiempo que les quedaba en ese lugar hasta conocer la resolución de sus respectivas participaciones en sus programas. No iban a contaminar con ningún tipo de preocupación su felicidad, la iban a disfrutar al máximo, absorbiendo cada experiencia y cada gota de amor que le entregara el otro.

Andrei había llamado a su madre y habían tenido una larga conversación, no la había visto de nuevo porque aún no se sentía listo pero quería contarle sus motivos y quitarse también la culpa por sentirse de ese modo. Había llorado al teléfono mientras Hernán lo abrazaba y para cuando había finalizado la llamada se sentía mucho más liviano, como si el peso de todos esos años de dolor se hubiesen levantado y finalmente pudiese mirar al futuro sin rencores, le había dicho a su madre como se sintió todo ese tiempo, pero también la había escuchado a ella y la había entendido, ambos habían dejado ir los errores del pasado y habían acordado verse un fin de semana. 

Cuando lo hicieron, Andrei le contó sobre la oportunidad por la que estaba luchando y la posibilidad de salir del país por ella, y aunque su madre le dijo que la entristecía el pensar que lo tendría lejos, por primera vez le dio su rotundo apoyo desde un inicio, incluso le dijo que rezaría para que sus sueños se cumplieran. Mencionó a Hernán pero no entró en detalles, simplemente dijo que en aquel lugar había conocido gente maravillosa y que una en especial se había robado su corazón, su madre dedujo de inmediato que se trataba de aquel moreno y como sabía que las cosas recién estaban en su punto de inicio tanto en su remendada relación con su hijo como en la del mismo con aquel chico, no lo presionó y sólo dijo que le gustaría conocerlo algún día. Andrei sintió que podría llorar en aquel momento porque nunca había presentado alguno de los chicos en los que había estado interesado y la posibilidad de que fuese Hernán, le había acelerado el corazón de emoción.

En cuanto había vuelto, la calidez de los brazos de Hernán lo recibieron y como cada día lo pasaron entre besos, arte y caricias.  Era la vida perfecta, pero el reloj seguía corriendo.

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Andrei le estaba recorriendo el torso a besos, ayudándole a volver a la tierra luego de que su boca lo hubiese hecho tocar el cielo. Habían tenido un día largo, mucho más Hernán quien había rendido los tres exámenes que le restaban para estar al día con sus evaluaciones. Había estado muy nervioso y bastante pesimista respecto a su capacidad de destacar en todos puesto que el cansancio y el nivel de exigencia cada día era mayor, sin embargo había aprobado en todas sus clases y con excelentes calificaciones, por eso Andrei lo había premiado y además de una sesión de tiernos besos y arrumacos como a ambos les gustaba, le había dado lo que había descubierto, era una de sus debilidades.

- El alumno superó al maestro - le dijo y Andrei rió contra su abdomen alzándose para mirarlo a la cara.

- ¿Quieres que lo haga de nuevo?

Hernán lo contempló mientras se mordía el labio esperando su obvia respuesta. Cuando estaba sobre el escenario Andrei se veía como un hombre mayor, con mucha experiencia, determinado y seguro, se transformaba totalmente, pero mantenía su brillo, ese que nadie más tenía; en ese momento estaba sudado y sonrojado, con los labios hinchados de tanto chupar pero se veía más joven, incluso inocente a pesar de la situación, y se veía genuinamente feliz, todo lo contrario a como lo había visto por primera vez, en ese vagón del metro, siendo el hombre más bello que jamás había visto, pero su semblante daba a entender que cargaba el peso del mundo, y de alguna manera lo hacia, cargaba su mundo completo de represiones sobre la espalda, por eso a pesar de verlo cada día durante demasiados meses, jamás lo había visto sonreír, pero ahora lo estaba haciendo.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora