En la ciudad de Seúl, marcada por el comienzo de un lluvioso otoño, vive el pequeño Jungkook, un chico simple que guarda dos secretos vergonzosos según él: uno, le tiene pánico a las tormentas, y dos, tiene un crush imposible con su jefe, el elegant...
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Afuera ya no llovía tan fuerte. Ni siquiera tenía eso como excusa para invitarlo a pasar y hacerme compañía. ¿Entonces por qué lo hice?
Supongo que solo quería pasar tiempo con él. Quizás nunca podría tenerlo como hombre, eso era una realidad y no era tan tonto como para crearme falsas ilusiones. Pero no significaba que no podía estar con él como amigos un rato ¿verdad? O al menos como compañeros de trabajo compartiendo algo que no sea trabajo.
Al fin y al cabo, él solo se invitó a mi casa con toda la confianza. No había mucho que razonar en realidad. Solo Jimin siendo Jimin. Y yo siendo el chico que nunca le decía que no.
Desde que entramos había estado relativamente callado y me preguntaba si le había pasado algo malo pues Jimin no solía ser así. Siempre estaba hablando o comentando sobre algo. Quería preguntar pero tampoco quería ser tan chismoso.
Preparé café y nos sentamos en mi sala donde tenía el único televisor. Jimin traía puesto una camiseta de color negra pegada al cuerpo que resaltaban sus pectorales y biceps, jeans azules bastante ajustados también con roturas a nivel de las rodillas y zapatillas blancas. Era la primera vez que lo veía con un look tan casual, sin contar la noche que pasamos juntos y lo vi solo con pijama puesto. Era tan raro verlo así, pues siempre lo veía usando trajes o camisas. Siempre elegante.
Pero este look no le quedaba nada mal. Casi que hasta me hacía olvidar que tenía a un prestigioso abogado sentado en mi sillón de segunda mano en mi departamento de clase media.
Tenía que aprender a disimular, ya que no podía dejar de verlo a él en lugar del televisor frente a nosotros.
Jungkook, actúa normal, me repetía por dentro. No la cagues.
- Y… ¿Qué tipo de película quieres ver? Uh, solo tengo canales de televisión por cable. - comenté apenado intentando generar alguna clase de conversación.
- La que tú quieras está bien por mí. Me da lo mismo donde la miremos. - se había sentado en el sillón con total comodidad. Como si estuviese en su casa, con las piernas abiertas
- Claro… -respondí y sin querer eché un vistazo a su bulto. Rápidamente tomé el control remoto de la tele y empecé a cambiar canales.
Diablos, ¿Cómo no mirarlo si lo tenía justo a mi lado y sentado de esa manera? Me regañé internamente por ser tan pervertido.
Pero no podía evitar estar nervioso. Es que nunca me imaginé compartiendo un momento así tan casual con mi crush, como si fuésemos amigos. Dormir juntos por culpa de aquella tormenta había sido hasta entonces de las mejores cosas que me pasaron en mi patética vida pero este pequeño momento no se quedaba atrás.
Jimin era buena compañía. Era agradable estar a su lado, sin importar que hiciéramos.
Oh, y la manera en que me había hecho reír y sentir mejor en el auto después de mi mala cita. Simplemente lo adoraba. Siempre sabía qué decir para arreglarlo todo.
