154 28 10
                                    

XI III MMXIX

               Mi corazón herido latía fuertemente cada que mis manos rozaban su piel caliente por la fiebre. Sentía como cada parte de mi ser se estremecía con aquel pequeño contacto al atender aquellos espasmos consecuencia de la fiebre, curando las pequeñas heridas en sus labios, los notables golpes en el abdomen y rostro, sintiéndome completamente impotente.

Había hecho mi mayor esfuerzo por no llevarlo al hospital más cercano a petición suya, quién luego de pedírmelo desesperadamente había caído desmayado, y me encontraba aterrado, completamente aterrado. Sentía como si mi autocontrol estuviera terminando en ese momento y mi corazón se alteraba rápidamente, sin embargo, al mirar como la chica lloraba desconsoladamente aferrada a su hermano pensando lo peor, supe que no tenía tiempo para entrar en una crisis yo también, necesitaba actuar, y debía hacerlo rápido.

Sin intentar demostrar algo que verdaderamente no tenía, como la fuerza, corrí rápidamente de vuelta hasta mi auto para acercarlo lo más posible porque, Junhoe era mucho más alto que yo por varios centímetros -pese a ser menor- y aunque se encontraba mucho más delgado desde la primera vez que los vi, definitivamente ni Yejin, ni yo podríamos cargarlo el resto de las calles hasta donde se encontraba mi auto.

Una vez logrando introducirlo en mi auto, la chica subió junto con su hermano en la parte trasera intentando mantenerlo despierto mientras conducía frenéticamente hasta el edificio donde vivía.

Mis piernas temblando y mis manos torpes fallando en cada intento de hacer algo rápido, me hacían frustrarme el doble de lo que ya me encontraba mientras subía con los hermanos Koo hasta mi departamento; una vez ahí, llevé al menor hasta mi habitación, recostándolo y corriendo rápidamente por mi botiquín que yacía en el baño.

No estaba tranquilo, para nada tranquilo, la noche había sido lo peor desde el primer momento en que intenté bajar la fiebre de Koo lo más rápido posible, todo lo que hice lo busqué en internet, paños húmedos por todo su cuerpo para ayudar a disminuir la temperatura, mantenerlo hidratado, y algunas pastillas para ayudar a bajar la fiebre, fue entonces, cerca de las dos de la madrugada que salí de mi apartamento hasta la primera farmacia de veinticuatro horas más cercana para comprar suministros que pudieran ayudarme -y necesitaba un consejo de alguien que estuviera familiarizado-.

               Mientras miraba al chico quién descansaba desnudo del torso hacia la cabeza, con un par de paños húmedos en su pecho y otro más sobre su frente, mi corazón latía fuertemente.

¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué se encontraba en aquel estado?

Mi corazón se encogió al recodar como dos días anteriores, había visto a aquellos tipos rodeando al chico, sentí mi sangre hervir dentro de mis venas y mi corazón acelerarse debido a aquel recuerdo.

—¿Está bien? — La voz aguda me sacó de mis pensamientos de inmediato alertándome. Era Yejin, quién se encontraba durmiendo en el sillón de mi habitación, cuidando de su hermano.

—Continúa dormido, creo que la temperatura está cediendo. — Comenté acercándome hasta el chico quién fruncía el ceño entre sueños.

La chica suspiró asintiendo mientras se acercaba hasta su hermano y se arrodillaba frente a él. Mi corazón dolió unos segundos, preguntándose cuántas cosas más debieron superar ambos para mantenerse inquebrantables ante ese tipo de circunstancias.

—Gracias. — Murmuró la pelinegra. Me acerqué hasta ella en un intento por escuchar lo que decía. — Por ayudarnos, por cuidar a mi hermano, por todo Jinhwan... — Su voz se cortó antes de ser completamente ahogada por las lágrimas.

élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora