VI

1.5K 130 5
                                    


















Una de sus fuertes y firmes manos, acarician lentamente tu cabello, de una forma que podría considerarse hasta dulce y llena de amor, pero su otra mano acariciando de la misma forma tus piernas, te da a entender que esa situación no debería ser así. Ni siquiera con tu amada y difunta abuela hacías aquello, ella no te tocaba de la forma que lo está haciendo el de cabellos negros por ello sospechas que aquello no debería ser, pero sin embargo no sabes el por qué, después de todo él no te está dañando con sus manos sobre tu piel, por el contrario, podrías hasta afirmar que se siente bien su toque, pero como era de esperarse no eres capaz de admitirlo, tal vez sientas que esa situación tan íntima está mal por el hecho de que él debería estar haciendo eso con una mujer  y no con un niño inocente y puro como lo eres tú pero también es verdad que jamás te ha gustado que te consideren un niño, por eso y sólo por eso, no eres capaz de protestar ante su descarado roce.

El problema se presenta cuando la situación se va tomando más íntima, y él se atreve acariciar tus dulces y tiernos labios con su pulgar, hace eso con una suavidad y cariño, que sin quererlo provoca que te estremezcas, después de todo, nunca haz estado en situación semejante.

Es tu primera vez.

Nunca nadie, absolutamente nadie te había tocado como lo hacía él, y eso estando lejos de asustarte te ánimo, porque TJ  no te estaba tratando como un niño, como lo hacían todos, él no y eso te hizo sentir feliz, tan feliz por dejar de ser un niño ante sus ojos.

Te sentiste morir, cuando sin que te lo vieras venir, acercó sus labios a los tuyo. Nunca nadie había probado tu boca antes, y te daba terror decepcionarlo al descubrir que no sabías besar, no querías quedar como un niño ante él, (al menos no nuevamente), y como si el mismo Dios hubiera escuchado tus súplicas, no te besó, solo se encargó de rosar sus labios con los tuyos y que hiciera sólo eso te tranquilizó enormemente, debido a que no deseabas ser alguien sin experiencia, no para él. Y como si la tortura recién comenzará, se encargó de recorrer todo tu cuerpo, limitándose a sólo rosar sus perfectos labios con tu delicada piel, mientras que te sentías caer en el mismo infierno al sentir su caliente aliento chocar con todo tu ser, (ya que él se había encargado de que así fuese), no alcanzaba ni a ponerte las manos encima y te sentías derretir de sólo sentir su aliento chocar con cada parte de tu piel. Te sentiste muy avergonzado ante esa verdad, porque estabas casi seguro que las mujeres con las que TJ salía, no se ponían a temblar con sólo sentir sus labios y como si fuera poco te sonrojaste a más no poder. No querías tener esas reacciones de niño inocente. No querías y lo sabías, claro, que lo que  tu inocencia no te dejaba ver era que él disfrutaba como un demente el espectáculo que le estabas dando antes sus ojos; el que es tu tutor, no te tocaba de la manera perversa que deseaba porque esa noche sólo se permitiría conocer qué tan sensible era tu apetecible ser y también qué tipo de reacciones tenía tu deseable cuerpo ante su tacto. En pocas palabras estaba jugando (y disfrutando) de tu inexperiencia.

Pocas veces había alcanzado a probar un cuerpo virgen, y el hacer aquella acción no le había provocado ningún tipo de satisfacción, pero contigo era diferente, (porque a diferencia de las demás), tú estabas en un estado de pureza único. El saber que ni siquiera habías besado una sola vez o al ver las reacciones que estabas teniendo ante su leve tacto le parecían deliciosas. Nunca había probado un cuerpo virgen en su máxima pureza, pero gracias a ti (y a tu gran inocencia) eso cambiaría.

No serías capaz de huir cuando él se robe tu primer beso.

No huiras cuando sus manos recorran tu ser por primera vez.

No le pedirás que se detenga cuando te regale tu primer orgasmo.

Ni porque lo desees podrás huir de sus ganas de ti, de su obscenas intenciones para contigo, de sus intensas caricias o besos, serás su fiel prisionero, ¿y adivina qué? No habrá nada ni nadie que le impida hundirse en ti cuando así se le plazca.

Para bien o para mal le perteneces. Y él no perderá la oportunidad de probarte en todos los sentidos, pero para que eso suceda debes mantenerte roto (como hasta ahora) para poder ser de una vez y para siempre la marioneta rota y perfecta del mismo demonio.

—Esto…—clava uno de sus dedos, en la tela, que impide que tu sexo quede a la vista, y esa acción provoca que no sólo sientas tu ser temblar sino que sin que lo desees gimas ante su toque—es mío, todo tú eres mío.

La seguridad, que transmite en cada una de sus palabras, logra dejarte sin habla.

Él irá al infierno por pecar de la forma que lo hará contigo, pero tú lo acompañaras por ser la tentación que lo incitó a pecar, los dos arderán en las llamas del infierno, pero tus gemidos y la sonrisa de satisfacción en el rostro de él, le hacen ver al mismo Dios, que se arderán en el más allá gustosos.

Después del pecado que cometerán, irse al infierno será lo que menos les importe.

—Mío—gime él contra tu oído, logrando que tu pequeño corazón comience a latir a mil al percibir como algo duro empuja contra la tela que cubre tu partes íntimas—sólo mío—tras decir esas palabras, coloca tus manos a cada lado de tu cabeza, mientras que sin pudor alguno comienza a frotarse contra tu sexo, consiguiendo sacudir tu cuerpo, como si de una hoja de papel se tratase.

Sus dementes palabras y lo que su cuerpo hace contra el tuyo, da a entender una sola cosa: él desea hundirse en ti.

Perverso |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora