IX

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Por la escasa luz, que alcanza a alumbrar la oscuridad de la habitación, deduces que un nuevo día ya ha comenzado pero aquello no te provoca nada ni siquiera miedo, nada, porque sabes que ya nadie podrá salvarte de lo que te esperaba esa mañana.

Con los ojos rojos de tan llorar y con el cuerpo más adolorido que nunca, sientes como las ganas de dormir son realmente fuertes pero nada puedes hacer al respecto ni siquiera conciliar el sueño, ya que ese instrumento vibrante clavado en ti, te lo impedía. Pero gracias a esa tortura sobrehumana has aprendido una lección que jamás olvidarías (ni aunque volvieras a nacer), porque a consecuencia de lo vivido has aprendido a no volver a desobedecer a quien se creía tu amo. Ya no volverías atreverte a jugar con fuego. Ya no. Con resignación, observaste como la puerta de la habitación se abría lentamente, para permitirle el paso al mismo hombre que el día de ayer te había torturado sin contemplación alguna, atreviéndose incluso a disfrutar de tu dolor, pero aquello ya tampoco te importaba porque sabías que ese hombre era todo menos normal, ese hombre parecía estar demente y con más ganas de dañarte que nunca, él no parecía tener suficiente de tu calvario y sólo deseaba más y más, mucho más.

Con cansancio, también observas como en sus manos sostiene tanto una jarra con agua como un vaso, y ver aquella escena, te hace recordar cuanta sed tenías, cuánta habías tenido durante la noche y que por más que pediste a gritos siquiera una gota de aquel líquido sin sabor, nadie fue capaz de socorrer a tus múltiples gritos ni siquiera él, ni la mujer que habías visto el día anterior. Ellos parecían haber estado sordos ante todas tus infinitas suplicas, y aunque todo aquello te provocase ganas de llorar y a la misma vez también  ganas de mandarlo al diablo pero no lo hiciste porque en ese momento sentías que morirías ante la falta de agua en tu cuerpo por ello no hiciste más que mirarlo lo más suplicante posible para que se apiadase un poco de ti, sin embargo, él dejó lo que llevaba en las manos sobre la cómoda, para segundos después no sólo dirigirse hasta a ti sino también llevar sus manos hasta en medio de sus piernas para quitarte de una buena vez, lo que él mismo te había introducido hace unas cuantas horas atrás. Y como presentías, un gran alivio se apoderó de tu cuerpo una vez que te libraste de ese aparato que no hacía más que vibrar dentro de ti, provocándote sensaciones extrañas y ya no tan desconocidas puesto, que cuando conseguiste llegar al tercer orgasmo durante la noche, terminas perdiendo el conocimiento a consecuencia de las fuertes sensaciones a las que tu cuerpo era expuesto y a las cuales no estabas preparado y no sólo porque tu ser ya se encontraba bastante dañado sino porque después de todo seguías siendo un niño, aunque esa verdad para él careciera de importancia.

Por un momento pensaste que todo acabaría en ese momento, y que tal vez te dejaría descansar, del infierno que todo él representaba, pero una vez que el consolador ya no fue un obstáculo para sus siguiente intenciones, observaste como miraba con intensidad tu estrecha y lubricada entrada, como sus orbes verde, brillaban mucho más que otras ocasiones, entonces, entendiste, que lo que ahora vivías, estaba muy lejos de terminar. La tortura seguiría, te gustase o no, seguiría, y por instinto, cerraste los ojos con fuerza al ver cómo llevaba una de sus manos hasta tu trasero.  Nada parecía ser suficiente para él, cosa que solo en ese instante pudiste ser capaz de ver.

Un nuevo gemido, escapó de tus secos labios, al sentir sus largos dedos enterrarse en ti sin delicadeza alguna y es que en esa circunstancia ya no hacía falta porque gracias al consolador que estuvo toda la noche dentro de ti, lo que menos necesitabas en ese momento era preparación por lo mismo dos de sus dedos entraron con mucha facilidad en ti, robándote uno que otro gemido de dolor ante esos intrusos que invadían tu interior, los cuales se movían una y otra vez, los mismo que entraban y salían sin problema alguno y todo aquello era posible gracias a lo lubricada que estaba tu entrada, y aunque no lo supieras debías estar agradecido de haberte podido correr más de una vez o de lo contrario, ese momento, que ahora estabas obligado a vivir sería más doloroso de lo que podrías soportar. Ya estabas completamente listo para lo que él realmente quería hacer contigo por ese mismo motivo, quitó sus dedos de tu interior al no sólo comprobar que estabas demasiado húmedo sino que también al hacerte llegar a otro orgasmo probablemente terminarías inconsciente como la noche pasada y por nada del mundo deseaba aquello porque no sólo deseaba poseerte sino que también que pudieras sentir como era capaz de adueñarse de cada parte de tu piel sin ser capaz de sentir culpa alguna porque aunque todavía no fueras capaz de verlo tú ya le pertenecías, y el que era tu tutor simplemente tomaría de ti lo que ya consideraba suyo: tu virginidad.

Perverso |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora