III

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Todo es de lo más extraño, desde que ese hombre, te obligó a marcharte de tu hogar, ese lugar en donde te criaste, en donde viviste con tus seres queridos. En ese lugar se quedaron todos tus recuerdos felices. Pero a él no pareció importarle, porque a pesar de tus múltiples súplicas, no cedió. No te dio el gusto de vivir del recuerdo de todos tus seres amados.

Debías admitir que te sorprendía lo cruel que podía ser, hasta con un niño roto y sin vida como lo eres tú.

Observas sin mucho ánimo, la que ahora es tu habitación, ese sitio es tal vez más grande que tu antiguo cuarto, pero a la vez, este posee menos vida que el otro. Sus paredes son blancas, al igual que todos los muebles, al igual que los enormes peluches e incluso igual que el cuarto de baño, que acompaña el mismo.

¿Por qué hasta tu habitación tenía que estar si vida? No quieres permanecer un segundo más ahí, pero para tu desgracia, prefieres una y mil veces soportar tu deprimente alcoba, que tener que cruzarte con el que ahora es tu tutor. Ese hombre parece ser indiferente a tu dolor, ese hecho no te desagrada del todo porque tampoco quieres su lastima, pero su frialdad es tanta que te asusta sin poder evitarlo.

Tu naturaleza rebelde e infantil permanece en ti, intacta, pero con ese sujeto te es imposible ponerla en práctica.

Sin darle mucha importancia al asunto, te diriges a la mesita de noche y colocas el portarretratos de tu abuela, por suerte pudiste conseguir un nuevo marco para la foto, al contemplar la fotografía te sientes más vacío de no normal, eso te hace pensar que tal vez, debería tener una foto de todos los integrantes de tu familia. No sabes cuándo será el momento que TJ te deje verlos de nuevo. 

Ruegas que al menos se apiade de ti, y consigas verlos pronto.

Sin que te lo veas venir, una de las personas que forman parte del servicio doméstico, de esa casa, ha entrado a tu recamara, es la misma mujer que alcanzaste a ver al llegar. Es una mujer un poco agradable, ya que no deja de sonreír, y su sonrisa no parece fingida. Su color de cabello es negro, ese tono azabache que posee no te parece del todo natural, por ello no puedes evitar pensar que tal vez use tinte. Pero al menos tiene un nombre bonito  Britney, es su nombre.

Realmente no le haz tomado la atención debida a sus palabras, sólo asentiste para que al fin te dejara en paz, pero al ver que toma tu maleta te alarmas de inmediato, ¿no debería acomodar la ropa en el closet en vez de llevársela? Sin más remedio vas tras ella pero no se ha percatado de que la sigues y a caminado demasiado rápido, sin dejar de sentirte un poco molesto, te detienes a media escalera y por fin la detienes con tu voz.

—¿Qué se supone que hace con mi ropa?—no dejas de clavarle tus orbes marrones, con evidente desaprobación, mientras que posas tu mano en el barandal de la escalera.

—Llevarla a la basura… ¿o es qué prefiere donarla a alguna iglesia?

Te quedas sin habla al oírla, ¿cómo podía decir aquello? De ninguna manera podía tirar así como así tu ropa, ¿con qué cree que te vestirías? No podía ser tan idiota, sin pensarlo más decidiste ponerla en su lugar por incompetente, pero como si todo sucediera en cámara lenta (y sin que lo puedas evitar), observaste atónito, como el dueño de ese maldito lugar le ordenaba a Britney continuar con su labor, sabiendo que eso significaba deshacerse de tu vestuario. Por un momento creíste ver una sonrisa de medio lado en su rostro, como si disfrutara verte en esa estúpida situación. Y como si supiera las mil preguntas que pretendías hacerle prosiguió a hablar cuando sólo los dos estuvieron en ese lugar.

—Ya no podrás usar esa ropa, evítate y evítame dolores de cabeza y usa la ropa que ahora tienes en tu closet. Me importa muy poco si te gusta o no, es eso lo que usarás a partir de este momento.

Sin entender sus palabras, lo observas con los ojos achicados, ¿de qué ropa hablaba ese hombre? Y como si te leyera el pensamiento vuelve a responder.

—Supongo que no haz visto tu nuevo vestuario, ¿no? —Sin querer hacerlo asientas con la cabeza, y ante esto él continúa hablando—hablo de la ropa, que te guste o no usaras. Esa si es la ropa que debería usar un niño como tú, y no la ropa de velorio que siempre estás usando.

¿Qué mierda pretendía ese sujeto? Tus mejillas se ponen rojas de la furia, y sin pretenderlo aprietas tus manos en forma de puños, sentías demasiadas ganas de golpear a ese hombre, y borrarle de un puñetazo la cara de satisfacción, que ahora poseía por tu causa, ¿cómo se atrevía a meterse de esa forma contigo? Él no era nadie para intentar cambiarte, si vestías o no con ropas oscuras era tu problema no el suyo. Realmente te  frustraba que se tomara atribuciones que no le corresponden. Y sin querer contenerte más le gritaste con toda la furia, lo que su osada acción te hizo sentir.

— ¡USTED NO PUEDE HACER ESO! ¡¿ENTIENDE!? ¡NO PUEDE!—respiraste hondo, ya que a tus pulmones le faltaban aire y proseguiste—¡NO SOY UNA MARIONETA! ¡Y NO PRETENDA QUE LO SEA!

Por alguna razón que te frustraba todavía más, al oírte, no borró su maldita expresión de triunfo, ese sujeto era realmente extraño, y a la misma vez tan desconcertante, y como si tus palabras no le hicieran ni cosquillas, (ni mucho menos lo hicieran cambiar de parecer), camino hacía ti, con ese estúpido aire de grandeza, que lo caracterizaba, y se detuvo un escalón, antes de llegar hasta ti. Y con toda la repugnancia y sorpresa de tu parte, sentiste cómo tomó, uno de los cabellos que tapaban tu rostro y se dedicaba a jugar con el mismo, disfrutando tu expresión de total confusión.

—Hump…estás equivocado, niño, siempre he creído que una marioneta es algo sin vida,  de naturaleza sumisa, obediente, y por qué no algo totalmente manejable—sin ganas de detenerse, te observó un segundo y rompió toda la distancia que los separaba—y tú, mocoso no eres ninguna de esas cosas, ¿ o sí?

No te atreviste a responder, la cercanía de su cuerpo te abruma demasiado, podías sentir su olor tan profundamente porque su cercanía te lo permitía. Tuviste ganas de mandarlo al demonio pero las palabras parecía atoradas en tu garganta y él no parecía querer detenerse—pero si consigues al menos dejar de ser un dolor de cabeza y obedecerme en absolutamente todo lo que te pida prometo que a cambio te llevaré a ver cuándo gustes a tu familia de lo contrario no esperes nada de mí.

Odias admitirlo pero todo aquello parecía ser un buen trato, tanto tú como él obtendrían lo que querían, y solamente tenías que obedecerlo, nada más y simple que eso. Quizás debiste pensar que no te pondría las cosas fáciles, pero en ese momento no podía pensar, querías realmente ver a tu padre, a tu abuelo, a Andi, Bex...A lo poco que quedaba de tu familia.

Sin decir nada te marchaste hasta tu habitación, y no sólo te ducharte sino también te cambiarte de ropa porque si fuera por ti ya habrías bajado a almorzar. Te mueres de hambre.

Con toda la molestia todavía presente en ti, llegaste a tu cuarto y con toda frustración desordenaste con rabia tu cama, no podías romper nada, ni portarte como el niño  inmaduro que eras porque de hacerlo sólo complicarías las cosas y la posibilidad de ver a tus seres queridos sería cada vez más lejana.

Sin más te quitaste la ropa, dejándola esparcida por tu alcoba y te metiste a la ducha, y sin embargo el agua caliente no consiguió traerte paz alguna, aun así no tenías más opción que ponerte esa ropa tan colorida y tan desagradable para ti.
Tras suspirar cansadamente y pensar en tu enfermo padre, decidiste dar lo mejor de ti si lo querías volver a ver.
Después de estar listo y mirarte al espejo, te sentiste asqueado al ver tu reflejo en ese enorme espejo ¡parecías una marioneta! Una marioneta con los ojos sin brillo, una marioneta sin vida…y sin darte cuenta  poco a poco ibas cumpliendo los requisitos que él dijo para tener a la marioneta perfecta, una hermosa y jodida marioneta que tendría a su lado por el resto de su vida, aunque tuviera que valerse de los más bajos recursos para retenerte a su lado.  



Perverso |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora