XII. Epílogo

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Las rodillas te duelen, y mucho pero no eres capaz de ponerte de pie, sabes que él no te lo hubiera perdonado si te atrevieras hacerlo, y aunque ya llevas casi tres horas de rodillas frente a esa lápida no crees que es suficiente, porque sabes que puedes dar más de ti. Quieres sonreír, al pensar en lo orgulloso que hubiera estado de ti, si te viera en ese momento, pero una lágrima resbala por tu mejilla, y termina opacando tú felicidad al darte cuenta de que jamás él volverá a verte o tú lo verás a él.

Nunca pensaste, que estar en un cementerio te haría feliz, (siempre los odiaste desde la muerte de tu abuelita), pero estar en ese momento ahí, te hacía inmensamente feliz. Te gustaba poder estar junto a él, aunque no fuese de la manera deseada.

Y pese a que ha muerto, su última voluntad se cumplió: él terminó siendo el único hombre en tu vida, en tu cama, en todo, porque aunque ya no esté en forma física junto a ti, no puedes pensar en la posibilidad de rehacer de tu vida después de él porque tus ganas de vivir se fueron con él, tu vida terminó en el momento que él se marchó para siempre. Ahora no eras más que una marioneta completamente destrozada y sin vida, que seguía respirando simplemente para poder cumplir su última voluntad. El que fue tu amo te condenó, él te había obligado a vivir sin hacerlo realmente. Te había obligado hacer un muerto viviente.

«En memoria de Thelonius Kippen»

Relees, una y otra vez el nombre que figura en esa lapida, y a pesar de los años trascurridos, a pesar de las veces que has visitado esa tumba no puedes creer que realmente él esté ahí, muerto, sin vida. Pero la realidad te mostraba que no importaba todas las noches que lloraras, ni todas las veces que intentaras escapar de tu verdad, te mostraba que aunque te rompiera el alma, que el que fue tu amo en tus años de niñez y adolescencia, estaba muerto y enterrado, ¿pero eso de que te había servido? Si seguías tan roto como el día que lo conociste, ¿de qué te servía su muerte? Si estarías atado de por vida a su recuerdo hasta el último día de tu vida.

Había dejado una marca en tu vida, una que jamás podrías borrar, porque te gustase o no serías su perfecta marioneta hasta el último día de tu vida. Y estabas tan destrozado, tan demente que no sólo habías aprendido aceptarlo sino también a disfrutarlo, era por ese mismo motivo que día tras día visitabas esa tumba.

—Está empezando a oscurecer. Han pronosticado lluvia para esta noche, será mejor que nos marchemos, Cyrus.

Sonríes con desgano al oír la voz de Jonah, el mismo chico noble y de buen corazón que pese a tu constante rechazo no te ha abandonado, sonríes porque no haces más que darle la razón a tu difunto amo, ahora entiendes que él tenía razón al decir que ese chico era un perfecto imbécil. Ni aunque volvieras a nacer te fijarías en él porque en esta y en todas las otras vidas tú ya tenías un demente y sádico dueño, el mismo que habías llegado amar con locura.

— ¿Por qué sigues visitando este lugar? Te hace mal.

Dejas las flores, que sostienes sobre la tumba, de quien amas y sólo por un momento te permites pensar una respuesta, la misma que te causa un gran orgullo.

—Porque él sigue siendo mi amo.

Le respondes sin ponerte de pie.

The End

Perverso |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora