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– Entonces lo que dijo mi esposa era verdad, me estás diciendo que incluso Hoseok supo guardar compostura.

– Así es majestad, no hubo ningún inconveniente con ninguno de los príncipes –respondió Choi– Si me permite agregar otro comentario, creo que lo único que necesitaban era paciencia.

Eran aproximadamente las seis de la tarde, el anaranjado del cielo daba señal de la pronta caída de un cielo oscuro, fue hasta dicho punto en que Yu Seok había logrado controlar su temperamento, al igual que su lobo después de su pequeña charla con la reina.

Por lo cual decidió en quedarse un tiempo más en la sala de juntas, el ir a su habitación no le era conveniente durante ese tiempo por dos razones, uno, era probable encontrar a su esposa esperando a su llegada, y dos, su orgullo de alfa no le permitía el siquiera pensar en una disculpa para ella.

Sin embargo, lograba sentir la tristeza de su omega mediante el vínculo de la marca en su cuello de la misma, tratando de despejar aquel sentimiento ordenó a una de las sirvientas que le llevaran una botella de vino.

Hubiera terminado de beberla completa de no haber sido por el llamado de uno de sus guardias, mismo que había escoltado al tutor, dio el último trago que quedaba en la copa ante el comentario del mismo.

– Profesor, ahora si me permite a mí, esos jóvenes lo que menos necesitan es paciencia –dijo caminando hasta donde se encontraba el mencionado y manteniendo una mirada seria– Le sugiero que se dedique a su trabajo y evite de nuevo ese tipo de comentarios. ¿Entendió?

Solo obtuvo como respuesta un pequeño asentimiento de cabeza por Choi, reverenció en forma de despedida antes de hablar.

– Me disculpo por tomarme ese atrevimiento majestad, no volverá a ocurrir.

– Muy bien, le pediré a uno de los guardias que te guíe hasta el pueblo, está a punto de oscurecer.

– No hace falta, iré por mi cuenta, buenas noches majestad.

MinHo desapareció por el portón dejando nuevamente a solas al otro alfa, iba a retomar de nueva cuenta la botella que había dejado de lado tras la interrupción previa, más no lo hizo, en cambio se dirigió al gran ventanal cubierto por las cortinas de un rojo terciopelo, color característico del reino, haciendo de lado una de ellas.

A lo lejos divisó a Yoongi en el jardín, tenía la mirada fija en el libro entre sus manos, se veía tranquilo. Como era posible que precisamente él siendo el menor tuviera una postura tan recta, su vista fue llevada al extremo contrario de donde se encontraba el pelinegro.

Observando de igual manera ahora a su otro hijo, quién a diferencia de Yoongi éste solo se dedicaba a arrojar piedras por sobre el muro del reino, provocando que algunas aves escondidas volarán ante los proyectiles.

Tan distintos el uno del otro.

Con una mueca de disgusto regreso a hasta su asiento correspondiente y en un parpadeo el vino restante desaparecía, dejando un sabor peculiar en su garganta.

– ¿Nuevamente estas tomando? Es la segunda botella que te veo beber como si fuese agua durante el día.

Giró hasta la persona de aquella voz.

– Nana JiWon, que haces aquí tan tarde.

– Seré vieja pero no tonta hijo –respondió la mujer mayor– Además, no es mi hora de dormir aún, apenas son las siete.

La beta anciana se acercó hasta donde él y tomó lugar a su lado, no dejaba que nadie se sentará junto a él, claro, a excepción de su esposa.

– Discutieron otra vez verdad ¿o me equivoco?

El Príncipe de Daegu . yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora