Capítulo 2: «Los hermanos»

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Capítulo 2: Los hermanos

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     𝕹o se sabe cuánto tiempo transcurrió desde que el Sueño comenzó su desesperada búsqueda. Tal vez pasaron horas, quizá semanas, puede que meses o incluso años. El planeta Tierra era enorme, gigantesco. Estaba habitado por miles de millones de personas; entre ellas, niños y niñas de todas las edades. 

El Sueño perdió la noción del tiempo. La búsqueda no le estaba resultando nada fácil, y a cada segundo que pasaba notaba sus fuerzas mermar, disminuir considerablemente. Cada vez se sentía más débil y si no encontraba pronto a un infante, desaparecería para siempre. 

Porque hasta los Sueños que poseían un nombre eran efímeros.

El Sueño viajó a través del Tiempo, se coló en todos y cada uno de los resquicios de la Historia, frecuentó los más oscuros y siniestros eventos producto de las desgracias y tragedias de la Humanidad, se mimetizó en sombras y voló sobre campos de muerte. 

Uno de esos días de búsquedas exhaustivas, el pequeño Sueño llegó a un país europeo helado. Durante su travesía por el mundo había visto pena, desdicha y miseria; pues a sus etéreos oídos llegó la información de que el mundo entero estaba en guerra: todos contra todos, la Humanidad contra sí misma. Atentados, matanzas, emboscadas y explosiones habían sido los causantes de las muchas bajas que hubo; muertes irreparables que habían provocado desesperanza, tristeza y desolación..., sobre todo en los corazones de los más pequeños.

El país donde se hallaba el Sueño en esos momentos era la fría Alemania, que había sufrido la barbarie más que cualquier otra nación. Nieve, sangre y cadáveres se amontonaban en las esquinas de las grises calles, otorgándole al panorama un aspecto grotesco. En ese momento Wonderland escuchó un grito, un gemido lastimero que suplicaba a gritos atención, que imploraba ayuda. Y ese agudo sonido humano provenía de otra ciudad situada en ese mismo país. 

Como una exhalación, el Sueño atravesó ciudades y en menos de medio suspiro se encontró en Heidelberg. Ante él se alzaba un gran edificio enrejado de ladrillos granates y grises a través de los cuales podía escuchar las chillonas voces de los infantes. Ese edificio estaba repleto de niños de todas las edades; sin embargo, era demasiado grande para tratarse de una escuela, así que decidió quedarse a observar a los niños, pues puede que alguno le sirviera para sus oscuros propósitos. Después de todo, su instinto le decía que allí debía hallarse esa Alicia que tanto le hacía falta, la Cuarta Alicia. 

Así pues, el Sueño exploró el lugar y analizó minuciosamente a los chiquillos. Al final descubrió que aquel sitio no era una escuela, sino un orfanato. Los niños que estaban allí eran huérfanos, estaban solos en el mundo y aquel triste lugar era su único hogar.

Wonderland: el Origen de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora